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Desperdiciar es pecado

La inflexibilidad comporta deformaciones o desplazamientos, sobre todo si va acompañada de la sempiterna coletilla «siempre se ha hecho así»

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La vida líquida obliga a dotar a las organizaciones de una mayor flexibilidad. Una capacidad de adaptación que debe comenzar por sus máximos responsables, ya que mantener las rigideces de comportamientos de antaño provoca riesgos de fractura. Como ocurre en ingeniería con los elementos estructurales, la rigidez en el cumplimiento estricto de cánones, reglamentos e incluso convicciones propias del siglo XX, lleva al extremo la capacidad de las estructuras de la organización para soportar los esfuerzos a que obligan los cambios de modelos de negocio y de hábitos sociales. La inflexibilidad comporta deformaciones o desplazamientos, sobre todo si va acompañada de la sempiterna coletilla «siempre se ha hecho así».

Al igual que las autoridades como servidores públicos incurren en prevaricación cuando dictan una resolución de forma arbitraria a sabiendas de que su decisión es injusta, cuando los máximos responsables de las empresas mantienen rígidos comportamientos propios de otras épocas, llevan a sus organizaciones a callejones sin salida.

El metal es el paradigma de flexibilidad en nuestro país. Concretamente, el sector de la automoción, con Seat a la cabeza de innovaciones en producción y negociación colectiva. Una flexibilidad que hace posible que la filial española del grupo Volkswagen sea una empresa sostenible y principal motor de crecimiento. Su presidente, Jürgen Stackmann, expondrá hoy en los almuerzos ejecutivos de PwC cómo Seat es una marca en movimiento que, primero tras «leonizarse», ahora explora nuevos segmentos de mercado como los «crossovers».

Seat atraviesa uno de sus mejores «momentums» también por su apuesta por la conectividad. Mientras Google y Apple compiten por lograr el vehículo hiperconectado, Seat ya los desarrolla de la mano de su socio Samsung. El móvil se ha convertido en una extensión del cuerpo y la vida de las personas y los vehículos se preparan para relevar a los celulares como máquinas que proporcionen permanente hiperconexión y movilidad.

Igualmente, los fabricantes y distribuidores de alimentos llevan ya tres años replanteando sus modelos de producción con el objetivo de reducir al máximo el desperdicio, cuando en nuestro país se tira a la basura nada menos que 7,7 millones de toneladas de alimentos, en su gran mayoría en los hogares y por falta de planificación, porque el 87% son productos frescos sin elaborar. Afortunadamente, el sector, liderado por la asociación AECOC; colabora con la red de bancos de alimentos para que los excedentes contribuyan a paliar la situación de dos de cada diez españoles que están en riesgo de pobreza. No hacerlo sería pecado y casi tan inmoral como la inflexibilidad.

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