Varios participantes en una protesta por la muerte de Michael Brown intentan escapar a los gases lanzados por la Policía para dispersarlos. :: ED ZURGA / EFE
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Seis balazos acabaron con la vida de Brown

La segunda autopsia confirma que el joven negro asesinado por un policía en Missouri tenía los brazos en alto cuando murió

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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«¿Con estas conclusiones, qué más se necesita para arrestar al asesino de mi hijo?», se preguntaba ayer -a través de su abogado- la madre de Michael Brown, el joven de raza negra abatido por un policía hace diez días en Ferguson (Missouri). La autopsia privada solicitada por los Brown y realizada por el veterano forense Michael Baden, ha concluido que el joven de 18 años recibió seis disparos, dos de ellos en la cabeza y cuatro en el brazo derecho, el sábado 9 de agosto. También, que la versión de los testigos de que Brown tenía los brazos en alto, se sostiene. Estas evidencias, apuntó el abogado de la familia, Daryl Park, son «suficientes» para acusar formalmente a Warren Wilson, el policía que disparó contra Brown.

Otra autopsia, sin embargo, está en curso. El fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder, anunció que el departamento de Justicia iba a realizar un tercer examen al cadáver de Brown «tan pronto como sea posible», por las «extraordinarias circunstancias del caso», según señaló un portavoz de Justicia. El presidente Barack Obama -que interrumpió sus vacaciones este domingo- y Holder se reunieron ayer en la Casa Blanca para repasar la evolución del caso así como los incidentes en la ciudad. Obama impulsó directamente que Justicia participase en la investigación, tras cuestionar los excesos policiales y la falta de transparencia de las autoridades locales. Estas primeras respuestas aportadas por la autopsia privada -como pedía la familia y los vecinos de Ferguson- no revelan algunas de las incógnitas sobre el caso, como si Brown atacó al agente que le disparó, como apunta la policía, o si huía cuando recibió los impactos.

La indignación de la población de Ferguson ha ido 'in crescendo' a medida que pasaban los días y se iban conociendo nuevos datos sobre cómo murió el joven, mientras las autoridades locales se mantenían en silencio. De hecho, la Policía no reveló el nombre del agente que abatió a Brown hasta casi una semana después de suceso y sólo informó de que había muerto por disparos. Tampoco sentó nada bien que la Policía hiciera público un vídeo en el que se veía a un hombre -con la descripción de Brown- intimidando al dueño de una tienda, mientras presuntamente robaba una cajetilla de tabaco.

Muchos de los habitantes de esta ciudad -en el condado de St. Louis- han expresado su desconfianza hacia las fuerzas del orden público, encargadas de protegerles, y han expresado su hastío por el acoso que padecen. De fondo, creen, subyace una cuestión racial. Los prejuicios contra los negros que aún persisten en algunas ciudades de Estados Unidos.

«No tengo miedo por mi, tengo miedo por nosotros», decía el capitán de la Patrulla de Carreteras y responsable de la seguridad de Ferguson, Ronald Johnson, en un acto en memoria de Brown. En una iglesia abarrotada, recordó cómo había crecido en la ciudad y subrayó que «cuando esto acabe, todos vamos a dar las gracias a los Brown por Michael. Su hijo nos va a hacer mejores hombres, hijos, hijas y padres negros».

Con 20.000 habitantes, más del 67% de la población de Ferguson es de raza negra. Sus instituciones, sin embargo, están controladas por blancos. En el departamento de Policía hay tres afroamericanos entre los 53 miembros del cuerpo. El jefe Jackson subrayaba hace unos días que él había ascendido a algunos de ellos. El alcalde, James W. Knowles, es blanco y de los seis miembros el consejo de la ciudad, cinco también lo son.

Más allá de esta estructura de poder desequilibrada -en términos raciales-, el hartazgo de los vecinos y sus recelos hacia la Policía también se explican por los datos sobre las actuaciones policiales. Un informe del fiscal general de Missouri revela que de los 521 arrestados en 2013, el 93% fueron negros; de las 5382 paradas por los agentes, un 86% eran afroamericanos.

La muerte de Michael Brown y el mutismo de las autoridades locales fue la penúltima gota que colmó la paciencia de los vecinos; la última, la desproporcionada respuesta policial a las manifestaciones en la calles.

Fin del 'toque de queda'

La escalada de violencia en la ciudad hizo que el pasado sábado el gobernador del Estado, Jay Nixon, decretase el estado de emergencia y ordenase un toque de queda entre la medianoche y las cinco de la mañana. Tras los disturbios de la segunda jornada, los peores desde que comenzaron los disturbios hace diez días, Nixon firmó este lunes una orden ejecutiva autorizando el despliegue de tropas de la Guardia Nacional en Ferguson. «Mientras haya saqueos, vandalismo y amenazas a la gente y a la propiedad de Ferguson, debemos tomar acciones para proteger a los ciudadanos», explicó en un comunicado.

A cambio, el gobernador suspendió el toque de queda después de dos noches de batalla campal. El foco parece estar ahora en evitar las concentraciones.