Los representantes del Vaticano, antes del comienzo del interrogatorio en Ginebra. :: FABRICE COFFRINI / AFP
Sociedad

El Vaticano admite los abusos a menores pero evita ofrecer datos

La ONU increpa a la Santa Sede por los casos de pederastia, mientras el Papa expresa su «vergüenza» por el comportamiento del clero

ROMA. Actualizado: Guardar
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La jornada de ayer fue un hito en la lenta asimilación del escándalo de la pederastia por parte de la Iglesia católica, y de la idea de que debe plegarse a las normas y parámetros legales que rigen para todos los demás. La Santa Sede compareció por primera vez en un foro internacional, el Comité de la ONU sobre los Derechos del Niño, con sede en Ginebra, para dar explicaciones sobre el escándalo ante una suerte de tribunal que interrogó a su representante, monseñor Silvano Tomasi. Era la primera vez que lo hacía como Estado, pues hasta ahora siempre lo había eludido. Tomasi pasó un mal trago, tras una intervención que se mantuvo en la más absoluta vaguedad, cuando los 18 miembros del organismo le cercaron con preguntas incómodas, como por qué a los curas pederastas no se les denunciaba y sólo se les cambiaba de parroquia o por qué no daba datos concretos sobre la dimensión del crimen. La relatora del comité, Sara Oviedo, agradeció la información, pero advirtió a la Santa Sede de que «se necesitan más evidencias y testimonios de cambio».

Pese a ser un trance delicado, ha sido otro paso necesario más, un trámite que le faltaba al Vaticano para hacer creíble su operación de limpieza y transparencia, iniciada a trancas y barrancas con Benedicto XVI y que ahora es imparable. El propio Francisco, consciente de ello, habló en su misa de la mañana de esos escándalos que son «la vergüenza de la Iglesia». «Tantos escándalos que no quiero mencionar individualmente, pero que todos conocemos. ¡Sabemos cuáles! Escándalos, algunos, que han costado tanto. ¡Está bien, se debe hacer así! ¡La vergüenza de la Iglesia! ¿Pero nos hemos avergonzado de aquellos escándalos, de aquellas derrotas de sacerdotes, de obispos, de laicos?», inquirió con severidad. Es Francisco el que está haciendo pasar a la Iglesia por este 'mea culpa'. La comparecencia de Tomasi en Ginebra, por más que el Vaticano lo presentara como un mero pasaje burocrático, fue una escena de ese camino de penitencia.

El Vaticano ratificó la Convención de Derechos de la Infancia en 1990 y sólo había emitido un informe sobre la cuestión en 1994, hasta que en 2012, con el auge del escándalo de la pederastia y la ofensiva de Benedicto XVI, optó por cooperar con un nuevo informe. Es el que abrió en 2013 un intercambio de preguntas y respuestas con un cuestionario que exigía cifras concretas sobre el fenómeno y que, al fin, le llevó ayer al estrado a dar explicaciones. Tomasi habló poco del escándalo y mucho de lo que el Vaticano ha hecho al respecto, sobre discursos, líneas de actuación y directivas. Dijo que la Iglesia «está deseosa de convertirse en un ejemplo» a la hora de luchar contra los abusos infantiles.

No obstante, esquivó las claves del asunto, como los datos y la cooperación real con las autoridades. Aquí están los principales puntos de fricción con el comité, que quedaron en evidencia el pasado mes de diciembre cuando la Santa Sede se negó a responder a algunas preguntas del cuestionario enviado. Rechazó dar información sobre sus procesos de investigación, que son canónicos y no penales y sólo entrega a las autoridades competentes, no a la ONU, y también negó los referentes a casos de varios países, como Estados Unidos, Irlanda, México o España, pues considera que la convención de la ONU sólo atañe a la Santa Sede en su jurisdicción legal, el Estado del Vaticano. En ese sentido, los miles de curas y religiosos repartidos por el mundo no son asunto suyo, sino que se someten a la legislación de cada país. Tomasi sólo informó de que el Vaticano recibió en 2012 denuncias de 612 casos de abuso sexual del clero, de los que 418 afectaban a menores, tanto recientes como de años pasados. En una entrevista en Radio Vaticana declaró que «las acusaciones de que la Santa Sede ha obstaculizado la Justicia me parecen gratuitas».

La mano de Bergoglio se ha visto ya en un endurecimiento de la legislación penal de la Santa Sede y en la creación de una comisión especial sobre el escándalo, que aún debe formarse. Eso ha hecho posible actuar por primera vez en serio. Ha sido contra el nuncio vaticano en la República Dominicana, el polaco Jozef Wesolowski, llamado a Roma por las acusaciones de abusos de menores. La Santa Sede ha negado su extradición, pero será procesado por lo penal y se arriesga a una condena de cárcel dentro del Estado vaticano.