Sociedad

Torturas con banda sonora

Canciones de Julio Iglesias, Nino Bravo, George Harrison o Harry Nilsson ahogaron los gritos de las víctimas de la dictadura de Pinochet

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El horror nazi aniquiló a millones de seres humanos conducidos a las cámaras de gas bajo los wagnerianos acordes de las oberturas de 'Tannhäuser' o la 'La cabalgata de las Valkirias'. Ahora sabemos que bajo la dictadura de Pinochet los peones del militarote torturaban a sus víctimas al son de canciones de Julio Iglesias, George Harrison o Nino Bravo. A su vez, los presos buscaban alivio en la música y coreaban balsámicas melodías como 'Volver', de Carlos Gardel, 'No volveré', del mexicano Pedro Infante y la 'Oda a la Alegría', de la novena sinfonía de Beethoven.

Las canciones sonaban a todo trapo para aplacar los desgarradores gritos de los presos. Temas como 'My Sweet Lord', de George Harrison, 'Un millón de amigos', de Roberto Carlos, 'Libre', de Nino Bravo, 'Gigi l'Amoroso' de Dalida, 'Without You' de Harry Nilsson, 'Alone Again' de Gilbert O' Sullivan y 'Morning Has Broken' de Cat Stevens.

Lo constata Katia Chornik, violinista, musicóloga, y profesora de la universidad de Manchester que investigó el uso de la música en los campos de concentración nazis antes que en los centros de tortura de Pinochet. «La dictadura no tenía banda sonora oficial y tiraba de canciones de éxito en la época» admite.

«Varias canciones de Julio Iglesias sirvieron de cortina sonora para ahogar los gritos de las torturas o directamente para molestar a los presos», asegura Katia Chornik, que estudia desde hace una década el papel de la música en los centros de detención, cárceles y campos de concentración de la dictadura de Pinochet (1973-1990), de cuyo golpe de estado se cumplieron ayer 40 años. La autora de 'El sonido de la memoria: música y cautiverio político en el Chile de Pinochet' se entrevistó con presos de una decena de centros que se refirieron a esas canciones.

La dictadura encarceló y torturó a casi 40.000 personas en más de un millar de recintos. Exprisioneros de nueve de estos campos constatan como «la música aún resonaba a todo volumen cuando los agentes habían cumplido su horario» y como «en el que los torturados llamaban 'la Discotheque', en la calle Irán de Santiago, el objetivo de la música era acallar los gritos de los prisioneros».

Hubo coros de presos y músicos como Víctor Jara y Ángel Parra, hijo de Violeta Parra, compusieron 'Canto, qué mal me sales' y 'La pasión según San Juan, oratorio de Navidad' presos, uno en el Estadio de Chile y el otro en el campo de Chacabuco.