Unidos. La idea de la asociación nació ante los problemas que han surgido con la crisis y la falta de apoyos institucionales y lugares a los que acudir. :: C. C.
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Cañaíllas nacidos en África

Senegaleses que viven en San Fernando crean una asociación para tratar sus problemas

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Sólo mueve la cabeza de un lado para otro. Admira las pulseras, los collares. A Djibril Beye le resulta imposible no fijarse en esa pequeña y pensar en su hija. Debe tener la misma edad y posiblemente la misma altura. Lo que no sabe es si también será tan curiosa o más tímida. Al volver de sus pensamientos le mueve el impulso de regalarle una pulsera, un gesto que a la madre no le hace ninguna gracia. Él se intenta excusar, pero apenas puede contestar. Entonces apesadumbrado le explica a la abuela que le recuerda a su hija y que lo único que quería era ser amable. «No te preocupes, regálale cuantas pulseras quiera». En parte, no puede dejar de estar algo frustrado por haberse malinterpretado sus intenciones. Al mirar a sus objetos se da cuenta en que en su bolsillo no hay ni un euro. Ni para pagar a Hacienda ni a la Seguridad Social, ni el alquiler, ni las facturas, ni para enviar a su familia. Más de 20 años en San Fernando y la crisis también le golpea.

Igual les ocurre a los catorce senegaleses que residen en esta ciudad. Conviven con la impotencia de sentirse perseguidos por las fuerzas de seguridad por tener otro color de piel. Los controles se han endurecido, al igual que las miradas de los comerciantes, que ya no ven con tan buenos ojos que se pongan a vender en la calle, porque hoy en día un cliente es un tesoro. Demasiados estereotipos, clichés y nadie que luche por sus derechos. Por ello, Djibril Beye, junto a sus compañeros, ha decidido dar un paso hacia delante y crear una asociación, Cañaíllas Senegaleses. Una entidad que pretende romper con los falsos mitos y velar por los intereses de estas personas.

Les resultará complicado, pero ellos son la prueba de que no siempre se llega a España en una patera ni se busca vender de manera ilegal. Ni siquiera todos son vendedores ambulantes. Es el caso de su presidente, que también se llama Djibril (Gabriel) aunque su apellido es Gueye. Él es mecánico naval, lleva nueve años en la ciudad y trabaja, mejor dicho trabajaba, en una empresa auxiliar para Navantia. Siempre inquieto y con una vida vinculada a los barcos estuvo una vez un año entero sin pisar tierra. Ahora busca de nuevo trabajo y se encuentra con condiciones que intentan aprovecharse de su situación.

«Fui a una empresa y me dijo que tenía que estar más horas al igual que otros compañeros, pero ellos cobraban esas horas y yo no, ¿por qué? No lo entiendo. Me dijo que lo hacía o me iba a la calle. Tengo los mismos derechos que otras personas. Somos iguales al resto porque todos tenemos nuestros papeles, pagamos nuestros impuestos y hacemos frente a nuestros gastos. Para defendernos hemos creado esta asociación», señala Gueye.

Aunque él no se dedica a la venta ambulante, la mayoría de sus compañeros sí y por ello sus primeras acciones están enfocadas a afrontar este problema. Ya han solicitado reuniones con los políticos de San Fernando, una ciudad en la que resulta complicado que den una autorización para vender en las calles de mayor afluencia, sobre todo tras la reforma de Real. A Cheik Sarr, secretario de la organización, le gustaría recuperar el sitio en el que llevaba casi 30 años vendiendo, la plaza del Rey.

Su historia también se sale de todo aquello que se muestra en los medios. Él era militar senegalés y por un convenio con España recaló en La Isla para permanecer con el ejército español durante unos meses. Tiempo suficiente para enamorarse de una isleña. Lo dejó todo para quedarse y formar una familia. Ahora es el que se encarga de llevar sus a nietos al colegio, mientras su hija trabaja de militar y su hijo de camarero. Es difícil que no se encuentre con una persona por la calle que no lo salude. Ahora no tiene ningún puesto: «¿Por qué no existe en San Fernando ningún lugar en el que poder ponerse para vender sin problemas? Yo antes estaba en la plaza del Rey y no tenía problemas pero llegaron las máquinas del tranvía y ya no volví. No hay ningún espacio habilitado para ello. En otras localidades sí, pero aquí no. No lo entiendo. Si se hace bien es una forma de crear un incentivo para atraer a más personas. No te puedes poner y ya no tengo edad para correr delante de la policía».

Se ríe mientras lo dice, pero en su lucha está también concienciar a la Policía de que no siempre son ellos los que tienen que ser señalados. Incluso Derechos Humanos elevó una queja sobre que se les impedía el paso para que pudieran entrar en San Fernando. «Existe la libre circulación de personas. Nosotros tenemos todo en regla, carné, papeles y vienen y nos piden documentación. Luego argumentan que están realizando controles pero al único con el que hablan soy yo. ¿Por qué no puedo ir tranquilo de un lugar a otro? Es algo que tampoco entendemos. Solo estoy caminando y ya vienen», expone Djibril Gueye.

La entidad no se ha formado para dar pasos hacia la integración, ya se sienten integrados, ya están integrados. Es algo que quieren dejar bien claro. Lo que buscan es romper el círculo vicioso en el que se sienten atrapados. «Si no me puedo poner entonces no puedo conseguir dinero y por lo tanto no puedo pagar a la Seguridad Social ni a Hacienda. Si no puedo pagar a la Seguridad Social ni a Hacienda entonces no me dejan vender y así siempre. No queremos más que los demás, pero tampoco menos. Pedimos soluciones a nuestra situación y vamos a reivindicarlas», asegura el vicepresidente de la asociación.

No todo es como lo pintan

Todos aseguran que les gustaría volver a su país. De allí salieron en busca de un futuro mejor, pero con la esperanza de regresar. «Es lo que ya hicieron y ahora vuelven a hacer los españoles. Es falso eso de que por nuestra culpa hay más paro. Antes hacíamos el trabajo que ninguno de ellos quería hacer, ahora con la crisis vuelven, pero que no nos echen la culpa de nada, porque ahora ocurre igual, nos ofrecen las condiciones que nadie quiere y lo tomas o lo dejas. Eso es aprovecharse de nosotros. Simplemente nos buscamos la vida y punto. En la tele siempre salen poblados y parece que estamos alejados de la civilización, pero no salen capitales donde hay otra forma de vida, con un ritmo de una ciudad como cualquier otra. Porque también hay personas con estudios», explican.

Pero no sólo se distorsiona la visión de su país, aseguran que en los medios también sale una imagen equivocada de lo que es España. De ello sabe Pathé Cisse. Su historia es similar a lo que le está pasando a muchos españoles, sólo que cambia el color de su piel. «No pude acabar los estudios de la universidad porque no tenía dinero para ello. Allí trabajar está complicado y te partes la espalda para conseguir una miseria. Ves por la tele un lujo y unas oportunidades que se derrumban cuando llegas a España», explica. Él sí fue uno de esos tantos de miles que llegan en patera. Lo hizo porque la tramitación para llegar de forma legal nunca terminaba: «No me daban el visado y entonces qué hago. Quiero prosperar y ayudar a mi familia y me fui en patera. Cuando sólo ves mar por todos lados hace como hace todo el mundo, rezas y pides llegar bien. Cuando pisas tierra la realidad es distinta. Tampoco hay trabajo y tienes que buscarte la vida. No tienes dinero para volver y todo se complica. Peleas por salir para delante pero te ponen demasiadas barreras».

Romper barreras es realmente lo complicado. Y resulta extraño que sea así cuando su situación varía poco a lo que actualmente se ve en lo que le pasa a un amigo, un primo o un hermano. «Claro que pienso en volver y me lo planteó seriamente. Pero ha costado mucho llegar hasta aquí y cuesta tirar la toalla. Supongo que pensará lo mismo el español que va a otro lado y se encuentra con una situación similar. Hace trabajos por los que tampoco gana tanto, pero también es consciente de que volver es caer en la situación que te ha hecho salir. Incluso ya España se utiliza como un país de paso, de tránsito. Llegan aquí, están un par de años y tiran para arriba. También te lo planteas, te planteas muchas cosas», dice Modom Beye.

Chirría que se llamen cañaíllas senegaleses, pero es que muchos se han convertido en isleños de Senegal. Conocen las calles, la historia, sus gentes, llevan años aquí, han formado sus familias y tienen los mismos problemas que los isleños, los gaditanos, los españoles. Por ello los 14 se han reunido en una asociación, al igual que han hecho otros colectivos como los parados, para exigir soluciones, para pelear por ellas, para mejorar su vida.