EL RAYO VERDE

DESDÉN CON EL DESDÉN

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E l tan repetido dato del desapego de los ciudadanos de la política, que el barómetro del IESA ha vuelto a poner de manifiesto, suele ser recibido con temor, por el riesgo de populismos o fascismos, y también con pesar no exento de desdén, porque en el fondo, ninguno de los que andamos alrededor de esto -el periodismo y la política- nos podemos creer que «la gente» no se enganche en este micromundo. Tal es nuestra vida-burbuja. ¿Cómo no se interesa usted por si Griñán va a marcar agenda en el federal, por si Zoido será candidato? ¿Cómo no sigue la sesión de control al Gobierno en el Parlamento andaluz, o las ruedas de Prensa del Consejo de Gobierno, tan apasionantes?

Aunque concedo que las encuestas son lo que son. Si usted va por la calle, o está en su casa, agobiado por miles de problemas, y alguien le para o le llama y le pregunta qué piensa de la política, así a bocajarro, o aún peor, en el contexto de un montón de cuestiones, ¿no va a decir que está harto, que no se cree nada, que no le importa, que hay otras preocupaciones más urgentes? Para mi que dársela con queso al encuestador se ha convertido ya en tendencia. Que en los encuestados hay un deseo de venganza hacia esa superestructura que, entiende, no se interesa por ellos. El desdén con el desdén, como el clásico.

En fin, está claro que la gente se preocupa de lo que se preocupa, que es político, eminentemente, aunque no esté en la retórica habitual. El problema, si me apuran, lo tiene la política si no reconoce como suyas las cuestiones que inquietan a los ciudadanos, si no las simplifica y adopta su lenguaje.

No hacemos otra cosa que hablar de política. Lo privado es público, debe serlo, y lo público, privado. El paro no es un discurso, es un dramático presente. Las colas de los bancos de alimentos, los índices de pobreza, el fondo del monedero vacío están en cada charla, en cada momento. Tanto que mejor lo dejamos. La próxima semana, como Tip y Coll, hablaremos del Gobierno.