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China y Japón tensan la cuerda por el control de las disputadas islas Senkaku

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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Una de cal y otra de arena. Japón no quiere irritar a China, pero tampoco cederá ni un ápice en la reivindicación de su soberanía sobre los islotes Senkaku. Por eso, con el fin de calmar la tensión con Pekín, el Ejecutivo de Yoshihiko Noda ha negado esta semana la autorización solicitada por varios dirigentes de Tokio que pretendían desembarcar en las islas que concentran ahora la tradicional animadversión de las dos potencias asiáticas. Los japoneses no quieren que se repitan los acontecimientos de los últimos días, en los que activistas de ambos países han provocado un quebradero de cabeza diplomático al hacer lo imposible por plantar sus respectivas banderas en estas rocas, bajo las que se esconden ingentes reservas de petróleo y de gas.

Pero, por otro lado, el Gobierno ha anunciado su intención de comprar las islas que ahora alquila a la familia Kurihara, propietaria de cuatro de los cinco peñascos a los que China se refiere como el archipiélago Diaoyu. Según la prensa local nipona, el Ejecutivo está dispuesto a pagar 2.000 millones de yenes (unos 20 millones de euros) por el territorio, y tiene intención de cerrar el acuerdo en menos de un mes. Una vez más, la fricción amenaza con irse de las manos.

De hecho, el diario Global Times, cercano al Partido Comunista Chino, publicó el lunes un editorial en el que incluso aseguraba que «la postura radical japonesa está empujando el problema hacia una confrontación militar», y advertía a Tokio de que «está jugando peligrosamente con el fuego de Extremo Oriente».