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El 'efecto Adrián' despeja dudas

La salida del jugador rojiblanco acaba por abrir la lata serbia

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El hambre mueve al mundo. El hambre de gloria, la necesidad imperiosa. Salieron los grandotes, los señalados con el dedo, y se durmieron en los laureles. Miró el marqués atrás en busca de soluciones y ahí estaba el chico con pinta de funcionario, ese Míster Bean de mirada soñadora que parecía decir «sáqueme míster, sáqueme». Del Bosque le sacó, a Adrián, a Beñat y a Silva, y con esos hundió a Serbia, que no era la que nos habían dicho.

Y es que aquí te engaña todo el mundo, o les engañan a ellos. Dicen que jugamos contra Serbia porque se parece a Croacia, en el descaro, la valentía y demás, pero nada. A la hora de la verdad, nada. Todo el mundo encerrado, como se nos van a cerrar todas las selecciones. Y claro, no hay manera. Además, no hay manera porque a esta España tampoco le sirvió el ensayo en una primera mitad donde la segunda línea que debía romper cerrojos como esta no estaba. Faltaban Xavi, Iniesta y Silva, cada uno de ellos suficiente por separado para romper candados de este tipo. No había ni uno de ellos en el campo y parecido a ellos solo asomó Cazorla, que fue de los pocos que intentó algo.

Así que fue un intento baldío de ir al muro de contención de tíos como castillos que no daban opciones a Soldado o Negredo. Los laterales entraron como cuchillos (más Jordi Alba que Juanfran, tapado este por Navas) pero culminaron muy poco con servicios deficientes que nuestros arietes apenas pudieron aprovechar.

En realidad, todo fue un ensayo decepcionante en una primera mitad en la que a España se le bajaron las persianas. Creó ocasiones por su abrumador dominio ante un rival que le dejó todo para ella, pero no tuvo excesivas luces. Con un descarado 5-4-1, Serbia plantó castillos, armarios de cuatro puertas y ahí se las dieran todas. Hubo detalles pero poca elaboración efectiva, el clásico 'tiqui taca' que se convierte en somnoliento si no lo acompañas de un mínimo de profundidad.

Como aquello no iba, Del Bosque probó con lo que siempre ha ido. Fuera los dos tanques y dentro pesos mosca, gente liviana, que volaba ligera y te picaba: Silva, Beñat (que parece su clon) y Adrián, más Domínguez por detrás para preservar a Ramos. Hubo más toque en profundidad, más maldad en cada vía de pase, y un poquito más todo en todo. La mejoría vino por Silva, que son palabras mayores, pero sobre todo por Beñat, que oteó el horizonte y vio moverse a gente, primero a Navas, luego a Adrián y enseguida se asoció con Silva para trazar un plan de ataque. Los serbios empezaron a moverse con precaución, sin entender mucho lo que estaba pasando. En un pestañeo el bético encontró a Adrián en un gran pase que el atlético mandó a las nubes.

No importó mucho. Ya se vio que los pequeños se movían rápido y mordían más y mejor que los gigantes. A la siguiente le pegaron un mordisco a Serbia y se llevaron media cara. Un pase en profundidad de Beñat a Navas lo cabeceó Adrián con efectividad devastadora.

Fue destaparse el jugador atlético y Beñat ya lo vio todo con la claridad que le ha traído hasta aquí. Jugador de una excelente visión de juego y excelente técnica, el bético volvió a ver el desmarque del rojiblanco (el mejor de Europa en ese aspecto) y la internada acabó en penalti que Cazorla ejecutó para dejar listo el encuentro y confirmar cosas evidentes: por ejemplo, que Adrián es muy bueno.