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Noruega prolonga doce semanas la prisión preventiva para Anders Breivik

El tribunal impide que el asesino confeso de los atentados de Oslo se dirija a sus víctimas

OSLO. Actualizado: Guardar
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Anders Breivik, el verdugo más odiado de Noruega, pasará doce semanas más en prisión para prevenir los riesgos que entrañaría dejarlo en libertad antes de la celebración del juicio. Podría destruir pruebas y además ha reconocido la comisión de los atentados terroristas de Oslo, adujo el juez para justificar la prolongación de la reclusión.

Ayer, como la última vez que compareció ante el tribunal, Breivik asumió su «responsabilidad» pero no su «culpa», pues se considera un «comandante militar» en lucha contra el islam y la relajación de las costumbres en Occidente. Tras reconocerse como «miembro de los Caballeros Templarios de Noruega», negó la autoridad de los magistrados: «Ustedes siguen las órdenes de quienes respaldan el multiculturalismo. Es una ideología cargada de odio que busca destruir Noruega».

A pesar de la prolongación de la prisión preventiva, el juez decidió mitigar las condiciones de su estancia en el penal de Ila, un antiguo campo de concentración reconvertido en una auténtica cárcel de lujo. Salvo una nueva extensión de las medidas cautelares, dentro de dos meses podrá recibir cartas y visitas, y dentro de cuatro semanas le será permitido hablar con la prensa.

La sesión de ayer fue distinta a las anteriores al permitirse la asistencia de público. Además de representantes de grupos cívicos que portaron pancartas «contra el fascismo», acudieron algunos supervivientes y familiares de los muertos en los atentados del 22 de julio en la capital y la isla de Utoya. El asesino confeso trató de dirigirse a ellos para arengarles: «Cuando dos partes se encuentran, lo normal es que ambas se presenten». «¿Puedo decirles algo?», preguntó. El juez se lo impidió, pero varios de ellos abandonaron la sala.

Al inicio de la vista, Breivik se mostró nervioso mientras tamborileaba con los dedos, se frotaba las manos y observaba a los presentes. Esta vez no denunció la «tortura» que supone su aislamiento, aunque declaró que es muy complicado «adaptarse a una existencia pasiva cuando se es muy activo».

Como en todas las audiencias celebradas hasta la fecha, el inculpado intentó justificar la matanza y exponer su ideario, una colección de delirios explicados en el tratado de más de 1.500 páginas que remitió a miles de destinatarios antes de perpetrar los crímenes. 69 personas murieron y más de cien resultaron heridas tras hacer estallar un coche bomba en el barrio ministerial de Oslo y abrir fuego contra los adolescentes socialdemócratas que acampaban en la isla de Utoya.