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ITALIA ES EL PROBLEMA

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Italia lo puede todo. Pudo con Nerón y apuñala a Berlusconi. «Nada puede haber nacido en mí o de Agripina que no sea detestable para el Estado». Suetonio recoge del César la famosa frase después de que Afrodito le ayudara a hundir el puñal en su garganta: «¡Qué gran artista muere conmigo!». Berlusconi no pasa de vulgar animador de cruceros. Malversador, machista, corruptor de jueces y menores. Putero. Nerón era un megalómano, hizo entrenar a 5.000 jóvenes de la plebe para que le aplaudieran. 'Il Cavaliere' prefirió hacerse con televisiones y periódicos. Emulando a su ilustre antecesor, ha incendiado el país, devorado por la deuda e intervenido, y arrastra a Europa en su caída. Puede o no parecerlo, pero es la misma Italia que fue laboratorio de experiencias sociales y políticas, con una torre eternamente inclinada en Pisa y una Atlantis real, en Venecia. Madre de la Unión Europea, ahora su parricida, y de la Mafia.

Italia era el modelo y se viajaba a ella para convertir los sueños en realidad, aún debe de haber rubias en la Fontana de Trevi. La amábamos por su idea borgiana de Estado pequeño frente a un individuo grande, donde la política circulaba por un lado y la vida por otro. Escribía mi admirado Fernández Ardanaz que el italiano nacía con la idea de defraudar al Estado para ser feliz. Como si fuese alguien de fuera quien imponía su capricho a los de dentro. Hoy triunfa la estética de la apariencia y lo corrupto. Vivir a la italiana es 'arrangiarsi', arreglárselas, apañarse para vivir del cuento. Y el sueño de todo italiano se llama 'sistemarsi': pegar un braguetazo para lograr un puesto seguro o una chica adinerada. La vida es una puesta en escena. Su éxito depende del actor y tiene que ver con su capacidad de disimulo, engaño y suplantación de una realidad fea por otra serena y despreocupada. De ahí su fijación con Berlusconi: el hombre más rico de Italia, posee todas las mujeres deseables y ha firmado un pacto con el diablo para defender su juventud decadente. 'Il Cavaliere' se refirió a la crisis con un «nuestros restaurantes están llenos». El mundo irreal al que todos se aferran.

Cae por lo que Andreotti llamó 'privatización de la política': «Al poder solo se llega con el poder, y las grandes ideas no son eficaces sin el poder, hasta el Evangelio necesita medios potentes». O Craxi: «El Estado hay que administrarlo con criterios de gerente de una gran empresa». Cualquier marrullería es admisible y las leyes están para favorecerlo. Por eso Berlusconi propicia las que procuran su impunidad. Ese es el peligro que vislumbran los mercados. Que Berlusconi no sea sino una parte del problema, e Italia el problema. Que los diputados sigan adjudicándose dietas insostenibles y solo una derecha destemplada, antieuropea y fascista amanezca como relevo, frente a una izquierda caótica, aburguesada y rota en mil pedazos, todos con yate y varias casas de campo.

La oposición ha vivido mucho mejor contra Berlusconi y, a lo peor, Europa también.