Sarah Palin saluda a sus seguidores al término de un discurso en Indianola. :: TANNEN MAURY / EFE
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Los republicanos celebran el adiós de Palin

La renuncia de la exgobernadora de Alaska a presentarse a las primarias beneficia a los conservadores

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Los estrategas republicanos respiraron aliviados la noche del miércoles (ayer de madrugada en España) cuando Sarah Palin despejó por fin las incógnitas sobre su futuro político. «Después de mucho rezar y estudiarlo seriamente, he decidido no presentarme a las primarias presidenciales», comunicó a sus seguidores en una misiva intimista. «Mi familia es lo primero, y por supuesto Todd [su marido] y yo hemos reflexionado mucho al respecto antes de tomar la decisión».

Fiel a su faceta de celebridad, la excandidata conservadora a la vicepresidencia de Estados Unidos ha mareado la perdiz hasta el último momento. En septiembre pronunció un discurso revestido de cierta sobriedad para sus estándares, lo que disparó los rumores sobre el anuncio inminente de su candidatura. Cuando una semana después elogió a Michele Bachmann, su 'alter ego' en la batalla republicana por la Casa Blanca, nadie comprendió el propósito del espaldarazo y las cábalas se sucedieron en sentido contrario.

La oficina presidencial impone unos modos reñidos con la naturaleza impetuosa de Palin. La propia exgobernadora de Alaska lo reconoció en 'El show de Mark Levin': «Podré actuar sin cadenas y ser más activa». «Continuaré mi misión de concienciar a América sobre el rumbo del país, y puedo ser más efectiva y agresiva en este cometido sin ser candidata».

El Partido Republicano recibió gustoso el mensaje de esta aspirante «inelegible». Es cierto que Palin galvaniza a las masas -sus gafas causaron furor entre el pueblo y en la cuenta de resultados del fabricante-, pero apenas cautiva al ala más conservadora de la formación y es vista como incapaz por el resto. Sin los votantes independientes, que cada vez son más y reprueban la gestión de Obama, la llave de la Casa Blanca quedará en manos del actual inquilino.

La mayor rémora de Palin es la clamorosa falta de preparación que destila en sus intervenciones. Durante la campaña de 2008, amenazó a Moscú con la guerra si invadía de nuevo Georgia, y refutó las acusaciones sobre su inexperiencia en materia internacional con una afirmación que divirtió a los demócratas y avergonzó al Partido Republicano por igual: «¡Pero si puedo ver Rusia desde mi casa!».

Inexperiencia

La tradición libertaria de Estados Unidos y el desprecio genuino del pueblo a los políticos de carrera no quita que la mayoría considere una temeridad dejar la más alta oficina del mundo en manos de un inexperto. Sin embargo, la experiencia de Obama no era mayor cuando asumió el cargo, y aun así venció holgadamente al veterano John McCain.

Ahora bien, la impericia del líder demócrata ha lastrado a menudo la labor de su Gobierno. El psicólogo progresista Drew Westen, uno de sus más fervientes defensores en el pasado, se confesó defraudado en las páginas de 'The New York Times': «Nunca había gestionado un negocio ni un Gobierno estatal; su carrera como profesor fue irrelevante, pues no publicó nada durante sus doce años en la Universidad de Chicago salvo una autobiografía».

Por eso el currículo del candidato se ha convertido en un punto estelar en los debates republicanos. El infortunio del presidente es tal que la oposición no puede desaprovechar la ocasión nominando a un candidato extremista e incapaz. Tras el auge inicial del gobernador de Texas, Rick Perry -tildado de 'cowboy' y remedo de Bush-, su descalabro a fuer de meter la pata ha devuelto el liderazgo de la pugna a Mitt Romney. Romney se ha convertido en el favorito del 'establishment' republicano y aunque es mormón, un lastre a ojos del 25% del electorado, goza de experiencia en la empresa privada y como exgobernador del feudo demócrata de Massachusetts.

Candidato afroamericano

Herman Cain ha dado la sorpresa por su ascenso fulgurante en los sondeos. Es un 'self-made man' de raza negra, un hombre hecho a sí mismo que encarna la imagen del 'antipolítico'. Creó un imperio empresarial de un negocio ruinoso, y su retórica espontánea atrae a los conservadores y y no disgusta a los moderados. «No tengo ningún problema con nombrar a cargos homosexuales. Al menos ellos no van a tratar de imponer la 'sharia'», dijo en una ocasión.

Los demás contrincantes han ido perdiendo gas, incluida la albacea del 'Tea Party', Michele Bachmann, después de su «broma» sobre el huracán que azotó la costa este en agosto: «Es un mensaje de Dios a los políticos de Washington». El libertario Ron Paul consigue movilizar a una legión de seguidores, pero la relación que estableció entre el 11-S y el «imperialismo americano» desató un estentóreo abucheo en las gradas republicanas.

Las primarias empezarán a decidirse en enero. Prolongar la contienda aumentaría el riesgo de que las luchas fratricidas pasen factura al partido y apuntalen las opciones de Obama. Sin embargo, el menoscabo de los candidatos más aguerridos y el ascenso de un afroamericano conservador complicarán las líneas maestras de la estragegia diseñada por el equipo del presidente. La encuesta más reciente, publicada ayer, refleja que el 60% de los estadounidenses desaprueba su gestión económica, y más de la mitad cree que Romney lo haría mejor.