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POBRES VS COBAYAS

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Fue una de esas películas de la sesión oficial del Festival de Cine de Alcances de principios de la década de los ochenta. En blanco y negro y con escaso presupuesto. Narraba la historia de un grupo de científicos estadounidenses que, con la excusa de una campaña de vacunación infantil, irrumpían en un pequeño pueblo de los Andes, esos que se encuentran alejados de la civilización. Su verdadero objetivo era el experimentar nuevos métodos irreversibles de esterilización. La finalidad acabar con la etnia, considerada como inferior. Años después la película 'el Jardinero Fiel', basada en la novela de John Le Carre, vino a poner de manifiesto las argucias que algunas multinacionales farmacéuticas utilizan en países pobres para experimentar nuevos fármacos, obviando los estrictos controles sanitarios de los países del llamado primer mundo.

Desde que una nueva molécula se descubre con finalidad terapéutica hasta que como fármaco se pone en el mercado pueden transcurrir años de investigación y una inversión millonaria. Son miles las nuevas moléculas que cada año se experimentan en animales y que son desechadas.

Antes de ser aprobado un medicamento por las autoridades sanitarias éste debe ser probado con suficiente garantía en humanos. Estos ensayos clínicos farmacológicos tienen una metodología muy precisa y son nuestra garantía de seguridad. El incumplimiento de estos requisitos puede suponer un ahorro importante de tiempo, y lo que es más de dinero.

Recientemente se ha condenado a la multinacional Pfizer por el fallecimiento de niños en Nigeria en los años noventa El uso de un antibiótico sin las debidas garantías de seguridad y en fase de experimentación provocó la muerte y daños irreversibles (sordera, ceguera) a decenas de menores en este país africano. El proceso legal ha durado más de quince años pero por fin se ha hecho algo de justicia con los que confiaron en una ayuda que venía 'envenenada'.

Se vuelve a demostrar que el fin no justifica nunca los medios.