Francesco Enrico Speroni, de la Liga Norte, juega con una bandera danesa durante una sesión del Parlamento Europeo. :: G. CERLES/AFP
Sociedad

El ultra «honorable»

Defiende las ideas del loco noruego, se graba conduciendo a 316 kms/h y propone disparar a las pateras. El eurodiputado y exministro italiano Francesco Speroni ilustra el avance de la ultraderecha en Europa. Berlusconi a su lado es un rojo islamista

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Cuando Anders Behring Breivik puso una bomba en Oslo y luego se lió a tiros en un campamento de jóvenes socialdemócratas, la gente se echó las manos a la cabeza. El horror se multiplicó al conocer las ideas fantasmagóricas del joven noruego, asustado al parecer por una supuesta invasión islámica de Europa y decidido, como caballero templario, a emprender una nueva y sanguinaria cruzada contra los infieles. Casi todo el mundo pensó que Anders Behring Breivik era un lunático.

Hasta que le preguntaron su opinión a Francesco Speroni, dirigente de la Liga Norte, eurodiputado italiano y exministro de Silvio Berlusconi. «Si las ideas de Breivik son que nos dirigimos hacia la fundación de Eurabia y que la civilización cristiana necesita ser defendida, entonces sí, estoy de acuerdo con él». Speroni apoyaba así a un compañero de su partido, Mario Borghezio, también eurodiputado, que sospechaba que la masacre noruega había sido en realidad una conspiración para «condenar nuestras posiciones». Y añadió: «Los cristianos no deberíamos ser animalillos que van a ser sacrificados. Tenemos que defendernos». Tanto Speroni como Borghezio son fervientes seguidores de Oriana Fallaci (1929-2006), una famosa escritora florentina que, al final de sus días, acuñó el término 'Eurabia' para referirse al imparable proceso de islamización de Occidente.

Borghezio ocupa un escaño en el Parlamento Europeo, pero nadie le hace demasiado caso. Ni siquiera en Italia. Su propia desmesura corporal y su verbo incendiario lo convierten en un pintoresco ejemplar de político exaltado, populista y sudoroso, acostumbrado a disparar munición de gran calibre: «Qué pensarían nuestros abuelos si dejáramos que las canciones de Navidad desaparecieran por culpa de una banda de bastardos musulmanes de mierda», llegó a soltar en un mitin.

Aunque Borghezio sea especialmente bruto, su discurso racista y xenófobo encaja como un guante en la línea ideológica de la Liga Norte. El partido, fundado en 1991 por Umberto Bossi, pretende la secesión de la Padania (región italiana situada al norte del río Po), la expulsión de los inmigrantes y la conservación de las raíces cristianas europeas. «¡Queremos una Padania blanca y cristiana!», suelen gritar en sus aquelarres. En un país tan atomizado políticamente, la Liga ha obtenido unos resultados notables: en las elecciones regionales de 2010, logró más del 10% de los votos en toda Italia (y el 35% en el Véneto). Sus relaciones con Berlusconi, que a su lado parece un rojo islamista, han pasado por frecuentes altibajos, con puñaladas tácitas y broncas públicas, aunque han formado parte de sus cuatro gobiernos. Francesco Speroni, por ejemplo, asumió la cartera de Reformas Institucionales entre 1994 y 1995. Al contrario que el irascible Mario Borghezio, Speroni tiene un gran peso específico dentro de la Liga. Pero su pensamiento no es mucho más refinado.

El loco del volante

Francesco Enrico Speroni (Busto Arsizio, 1946) estudió Ciencias Políticas y Jurisprudencia, aunque ha ejercido profesionalmente como técnico de vuelo. Ha sido uno de los máximos dirigentes de la Liga Norte desde su fundación y su currículum incluye cargos relevantes, que en Italia acarrean el pomposo tratamiento de «honorable»: senador, ministro, eurodiputado... Pero, por encima de tanto oropel institucional, Francesco Speroni se define por su osadía en el vestir, por sus locuras al volante y por su odio a los extranjeros sin papeles.

Aficionado a combinar colores imposibles y enemigo de las corbatas, se ganó una sonora bronca del presidente del Senado por presentarse a una sesión en mangas de camisa, cubierto por una sahariana y con un colgante con el escudito de la Liga Norte sobre el pecho. Pero su innovador estilismo resulta un guiño simpático e inofensivo al lado de su verdadera pasión: ponerse a trescientos por hora con su coche, un deportivo Nissan GT-R de 500 caballos. Speroni escoge para sus hazañas las autopistas alemanas, que carecen de limitación de velocidad. Conduce a toda pastilla, lo graba y lo sube, orgulloso como un chiquillo, a YouTube. Su récord está en 316 kilométros/hora, por la noche y -se sospecha- mientras iba narrando su aventura por el móvil. «No vulnero ninguna ley», responde cuando le afean su comportamiento.

Pero la verdadera catadura de Speroni afloró durante las últimas crisis árabes. La caída de Ben Ali en Túnez y la guerra contra Gadafi supusieron una llegada masiva de inmigrantes a Italia. Con todo el país conmocionado, Speroni no se anduvo con chiquitas: «Luchamos contra una invasión. ¿No estamos usando las armas en Libia? ¿Por qué no podemos utilizarlas para defender nuestras fronteras sagradas?», espetó en un programa de radio.

Así piensan Speroni, Borghezio y sus muchachos de la Liga Norte. Pero ellos no son locos retraídos, como Anders Behring Breivik, o skinheads demasiado aficionados a la cerveza. Son eurodiputados, senadores, ministros. Y la gente les vota.