CÁDIZ

Las manos que mecieron la cuna

Al joven Manuel, en principio, no le atraía mucho aquello del Carnaval

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Este niño promete, este niño llegará lejos», le decía Antonio Clavaín a Antonio Marín «El botella» mientras observaba a un grupo de chiquillos ensayar una chirigota que estaba llamada a ser la cantera de 'Los monosabios': lo mejor de lo mejor de 1952. A Moreno, como ya en aquel entonces le conocían en la casa del Navío -Calle Goleta-, le encantaba ir a escuchar flamenco con su padre -el humilde obrero del muelle Bernardo Moreno Calderón-, e ir a ver el fútbol con su hermano Juan. Ya fuera colao o pagando la entrá. Al joven Manuel, en principio, no le atraía mucho aquello del Carnaval que desde unos años antes se llamaba Fiestas Típicas. Pero el trabajo que le buscó su madre Josefa en la Panificadora Castro, en pleno barrio de La Viña, hizo que Moreno fuera y viniera por la calle San Juan y comenzara a parar en ciertos bares frecuentados por los comparsistas antiguos. Y Manolo comenzó a fijarse en los más elegantes, en sus formas de moverse, de gesticular, ¡cómo le gustaba la chirigota de Quintana!

La mili acabó con su ilusión de pisar por segunda vez el Gran Teatro Falla. A su vuelta, un conileño afincado en Cádiz desde niño, durante la dura jornada laboral del Astillero, se fijó en las hechuras de un jovencito que era «Moreno de apellido, pero también moreno de piel». Y así comienza la magia que todos conocemos. Alba y Moreno. Moreno y Alba. Maestro y discípulo. A pesar de los pesares.

Fue con el creador de la comparsa con quien más éxitos cosechó Manolo. ¡Cuantos querían imitarle! Su forma de mover las manos, su dulce voz, su manera de marcar el compás,. y no olvidemos a Moreno el innovador: aquel que hizo que incluso «Lucas el bombista» comenzara a renovar su forma de llevar el ritmo del bombo.

Paco marchó pronto. Y en seguida los autores de renombre lo quisieron «fichar». Fue entonces cuando Manolo comprendió que todo lo aprendido con aquel Brujo de Conil no podía quedar en dique seco. Los jóvenes de entonces debían aprender lo que Paco le legó. Y así lo hizo dirigiendo distintos grupos escritos por Bustos, Martín, Pepito «El Guitarra», Quiñones,. Fue como una segunda época dorada para Manuel.

Hasta el último momento Moreno apostó por los jóvenes y por difundir la creación de su maestro. En los últimos años aunque no se prodigaba mucho por el Concurso seguía en activo con su propia Antología: La Flor y Nata.

Ayer se marchaba sin hacer ruido el comparsista por excelencia y lo hizo como a él le gustaba, de manera elegante.