Nadal devuelve la toalla al recogepelotas en su partido ante Ljubicic. :: J. MUÑOZ / EFE
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Nadal se ve las caras con su último verdugo

El sueco es el único tenista que le ha ganado en París, aunque el de Manacor se tomó la revancha en la final del año pasado El español se enfrenta en los cuartos de final a Robin Soderling

MADRID. Actualizado: Guardar
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El mejor tenista español de la historia nunca había perdido un partido en tierra parisina. En 2009 llevaba cuatro títulos seguidos y 31 victorias consecutivas en Roland Garros hasta que apareció él: un gigantón que destrozaba la bola cada vez que le pegaba con su derecha y que tenía un auténtico fusil en el saque. El número 25 del mundo en ese momento, Robin Soderling, conseguía lo que nadie había logrado antes: mandar a casa a Rafa Nadal antes de tiempo gracias a sus cañonazos desde el fondo de la pista.

Un año más tarde, ya en 2010, el enfrentamiento se repitió, esta vez en la final de un torneo en el que el balear no cedió ni un solo set. La arrolladora victoria de Nadal gracias a su impoluto juego desde el fondo de pista, a su fulminante derecha y a su perfecta transición defensa-ataque es la referencia para el encuentro de hoy. Es el modelo a seguir para el número uno del mundo si quiere seguir aspirando a igualar la mítica marca de Borg.

Pero el primer cabeza de serie no es el que avasalló a sus rivales en el pasado Abierto de Francia. Esta edición es diferente. Las dudas en el juego aparecieron en el primer partido, en el que el español necesitó cuatro horas y cinco sets para vencer al gigantón John Isner, un sacador poco dado a pasar rondas en tierra batida. Y no han desparecido con el paso de los encuentros. Ante Andújar, la incertidumbre de su tenis no desapareció. En tercera ronda, tuvo un breve paréntesis de mejoría ante Veic, que empeoró con otro croata: Ljubicic.

Su mirada en la pista no transmite la seguridad de antaño; sus golpes desde el fondo de la pista, especialmente su derecha, no terminan de dañar a sus rivales. Con su servicio, perfectamente adaptado a la tierra batida, no obtiene la iniciativa necesaria para ser el dominador de los puntos. En definitiva: necesita optimizar su estado de forma. Y Nadal lo tiene claro: «lo que necesito es jugar y mejorar. No estoy jugando al nivel para ganar el torneo». «O juego bien o me voy a Mallorca o a Queens. Estos partidos son complicados, tengo que jugar bien para tener opciones», confesó el tenista mallorquín.

La fórmula secreta

En frente estará Soderling, un tenista que posee lo fórmula secreta para derrotar al español. Su poderoso golpeo plano y sus tiros cargados de una fuerza descomunal son un buen antídoto para contrarrestar el famoso efecto de la bola de Nadal. Además, el sueco no escatima a la hora de imprimir potencia a la bola. Arrea sin descanso. Tritura la pelota con cada golpe con el fin de acortar el punto. Y lo ha demostrado en esta edición. En su último encuentro, ante el local Simon, el francés apenas pudo llegar en un set al 'tie break', sobrepasado por la dureza de la bola del número cinco del mundo.

El sueco es consciente de lo que supuso su victoria hace dos años: «Antes nunca había pasado de tercera ronda en un torneo del 'Grand Slam', y pude probarme a mí mismo que podía lograr buenos resultados en las grandes pruebas». Además, se muestra muy confiado de cara a este nuevo duelo: «Haber derrotado a Nadal en 2009 me dio mucha confianza y, más allá de esta victoria, todo el torneo lo he hecho mucho bien». Por todo ello, el espectáculo está asegurado en la Philippe Chatrier. Con Nadal como favorito. Porque si hay un tenista que se ha ganado el derecho a apostar por él con el paso del tiempo, y gracias a sus 42 victorias por una sola derrota en Roland Garros, ese es el número uno del mundo.