María José Campanario y Jesulín de Ubrique a la salida de la Audiencia Provincial, donde fueron cercados por la prensa e insultados por algunos 'curiosos'. :: MIGUEL GÓMEZ
Ciudadanos

«Lo que pase ahí dentro es lo de menos»

Los programas más populares de la tele del corazón se dieron cita en Cádiz para cubrir el juicio María José Campanario fue recibida por un aluvión de periodistas y un ruidoso grupo de detractoras

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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El 'show' tomó color a eso de las tres de la tarde, con los periodistas ya derrotados por el sol y la espera, compartiendo quejas y botellitas de agua en la entrada de la Audiencia Provincial de Cádiz. La Policía amplió el cordón de seguridad a las puertas del Juzgado, y los redactores y los curiosos interpretaron el movimiento como un signo inequívoco de que María José Campanario ya estaba cerca, así que se apretujaron contra las vallas amarillas que cercaban las escaleras, dispuestos a brindarle un paseíllo en condiciones a la mujer del torero.

Pero ¿quién estaba allí? Más de 90 medios, algunos de la 'prensa seria', tomando notas al vuelo, lamentándose de la mala hora o practicando el noble arte del 'falso directo', midiendo la luz o improvisando las entradillas con su puntito justo de algarabía. Y unas cuarenta personas, como mucho, descaradamente devotas del colorín, que comentaban las siete diferencias entre la María Patiño real y la María Patiño catódica, el 'tipazo' de una o la camiseta del otro, apretada hasta lo imposible a la altura de los bíceps.

Estos 'groupis' del corazón, que admitían abiertamente su condición de telespectadores vocacionales, quisieron formar parte activa del espectáculo, aunque solo fuera por un día y de pasada, y algunos buscaban los micros, o los micros los buscaban a ellos, para poder ejercer su derecho a ser figurantes con frase, en vez de extras de relleno, y entonces soltaban a cámara la primera ocurrencia que se les pasaba por la cabeza, opinaban sobre la validez de las pruebas o aprovechaban para saludar a la familia.

También los había, claro, que esgrimían una coartada moral: si alguien ha estafado 'presuntamente' a la Seguridad Social, entonces lo había estafado a ellos. Y eso conlleva, según sus esquemas mentales, el derecho a contarle sus 'verdades' al espectro completo de la TDT. Al fin y al cabo, como decía una señora al borde del éxtasis místico, para eso estamos en democracia.

Llega 'la estrella'

Diez minutos antes de que María José Campanario bajara de un todoterreno negro, agarrada al brazo de su madre, con Jesulín escoltándola entre insultos, la 'audiencia' ya había celebrado su 'juicio popular', aportando argumentos insospechados: «La Campa no tiene gracia», por ejemplo, o «La que vale es la Esteban».

María José Torres, vecina de Jerez, iba un poco más allá y se reivindicaba 'daño colateral' de la mujer del diestro: «Por gente como ésta le han quitado la pensión a otra gente que sí se la merece. Mi padre murió con 60 años, cobrando 15.000 pesetas, así que yo he venido a Cádiz a decirle a ella a la cara lo que pienso». A su lado otra señora, algo más contenida, explicaba que, como ex trabajadora del SAS, solo le dieron una pensión de invalidez de 500 euros. «Tenían que disimular, para no levantar sospechas, y al final nos llevamos las 'mínimas' los que no pagamos».

Entre el reducido pero ruidoso 'comité de bienvenida' a María José Campanario, la llegada de la 'némesis' de Belén Esteban desató la histeria. Los gritos variaron del «ladrona», al «choriza», pasando por una advertencia extraña, original y cruel a partes iguales: «Vas a chupar bandejas en Puerto II». Y ya puestos, a modo de remate, el tradicional «¡Arriba la Esteban!», lo más esperado por las cámaras de televisión, viniera o no a cuento, ya que la polémica les garantiza el sustento del 'share' durante lo que resta de primavera.

Una vez que María José Campanario, su madre y su marido se perdieron por los pasillos de la Audiencia, el club de los exaltados se negó a bajar el listón. Cuando alguien cruzaba entre las vallas amarillas, camino de la sala, recibía una salva de insultos. Curiosamente, el primer silencio, tras los gritos, se rompía con una pregunta: «¿Ése quién era?». Y luego, sin tiempo para pensar, alguien respondía: «Un imputado». Da igual que fuera acusación o defensa, testigo, letrado, juez o fiscal. Lo suyo, a qué negarlo, era armar ruido.

Las estampas

A su paso por Cádiz, el 'Gran Circo Rosa' ha dejado un puñado de escenas, entre simpáticas, lamentables y surrealistas. Ahí van cinco.

Escena primera: un grupo de turistas sube a trompicones la cuesta de Las Calesas, sudando la gota gorda bajo el sol de media tarde, y se topa con cincuenta cámaras de televisión haciendo guardia a las puertas de la Audiencia. Son ingleses. Con mucha educación le preguntan a un señor (Salvador Castro, para más señas), si hay una entrega de premios. Castro, en castellano, hace el esfuerzo y responde: «Una fa-mo-sa pu-e-de ir a la cár-cel». El más joven se lo traduce a los demás. Se encogen de hombros, hacen un par de fotos, como para cumplir con el protocolo, y se marchan absolutamente decepcionados.

Escena segunda: un redactor de 'Vuélveme loca' se interesa por la opinión de una señora que lleva una lata de cerveza en una mano y tira de la correa del perro con la otra. «Estoy harta de Belén Esteban», suelta. «Y aprovecho para decirle a la gente que me está viendo que estoy buscando a mi media naranja».

Escena tercera: María Patiño hace un conato de entradilla, a eso de las dos menos cuarto, con un barullo considerable. Las señoras que esperan ansiosas a María José Campanario, la boicotean. «¡Di la verdad»!, gritan. «¡Dales caña, Patiño», insisten. La periodista, desesperada, se aleja unos metros y graba. Veinte minutos después, las mismas mujeres hacen fila para fotografiarse con ella. Componiendo una sonrisa de cartón piedra, María Patiño accede.

Escena cuarta: dos periodistas gaditanos, habituales de la crónica judicial, especulan sobre la cobertura que hubiera tenido el tema si no estuvieran bajo el foco el torero, su mujer y la suegra. «Sin grabaciones, no hubiera habido juicio y punto».

Escena quinta: un señor cruza del semáforo desde la acera del Bar Río Saja hasta la Audiencia justo cuando dos espontáneas se pisan la una a la otra gritándole a un micro. Mezclan términos judiciales, que no conocen, con sus particulares opiniones sobre el 'affair' Campanario-Esteban. El señor, muy serio, afirma: «Como si no tuvieran bastante los de Ubrique. Mañana media España va a pensarse que los gaditanos no tenemos otra cosa que hacer que venirnos a las puertas del juzgado a decirles tonterías a las televisiones».

El objetivo de la prensa

El objetivo de la inmensa mayoría de los medios que se dieron cita ayer en Cádiz puede resumirse en la 'orden' que uno de los redactores dio a su cámara cuando arreciaba la tormenta de insultos sobre María José Campanario: «Tú graba a las señoras, que lo que pase ahí dentro es lo de menos».

El mismo periodista se puso las botas a la salida de los imputados, con los zarandeos y los golpes en la carrocería que recibió el coche de Carlos Carretero.

No le faltaba razón al señor de la 'escena quinta'. Hubo periodistas más o menos serios o disimulados, como un colaborador televisivo 'ducho' en temas judiciales que alguna vez corrigió a sus compañeros ante errores de bulto; quienes simplemente rastrearon las declaraciones más chirriantes y morbosas; y quienes no tuvieron ningún reparo en presumir de su falta de tablas al respecto. Una conocida reportera que grababa su entradilla a las puertas de la Audiencia sorprendió a los allí congregados con el siguiente arranque de la pieza: «Estamos en Cádiz para cubrir el juicio de... (pausa, duda). ¿El juicio de qué es?».