Una joven muestra interés por los bolsos de Hermès en una tienda de Shangai. :: LIU JIN/AFP
Sociedad

El mercado del lujo se hace de oro

Marcas como Vuitton y Rolls Royce llegan a máximos históricos porque a los ricos se les ha quitado el miedo del cuerpo y la demanda china se muestra insaciable

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La historia se repite. Ya puede hundirse el 'Titanic', que los botes salvavidas -cuando son de primera clase- siempre estarán a mano. ¿De qué se van a preocupar? Los multimillonarios se dedican a sacar brillo a la tarjeta de crédito VIP con más alegría que nunca. «Claro que sí, hay gente que está ganando muchísimo dinero y eso tiene su reflejo en el consumo. ¡Quieren marcar la diferencia!», constata Gonzalo Brujó, director general y consejero delegado de la consultora de marcas Interbrand.

Lo mismo en zonas emergentes y bullentes de Asia-Pacífico (desde Mongolia a Nueva Zelanda) que en la Vieja Europa o EE UU, el mercado del lujo está de enhorabuena: los ricos -quienes tienen un millón de dólares en el banco- parecen tranquilos y con ganas de revancha. Desde que los bancos dejaron de hacer juegos de manos con su dinero, se les ha quitado el miedo del cuerpo y se les ve muy animados batiendo 'récords' para mayor gloria de las marcas de alta gama, ya sea Ferrari, Hermès o Vuitton ¿Cuánto les durará este desmelene? No se sabe.

Albert Vinyals -profesor de Psicología del Consumo en la Universidad Autónoma de Barcelona/Escuela Superior de Comercio y Distribución- no se atreve a adelantar acontecimientos y se ciñe a la realidad pura y dura: «Vivimos en una sociedad muy materialista y eso no va a cambiar. La diferencia es que ahora muchos tienen que reprimirse... En cuanto a los demás, como es lógico, van a seguir disfrutando del derroche. ¡O más!». No hace falta que lo repita, no hay más que echar un vistazo a las cuentas de resultados que rompieron sus costuras en 2010. El sector del lujo está perdiendo la compostura y están encantados de la vida. Viva el exceso.

El consorcio francés LMVH (que agrupa firmas como Louis Vuitton, Dior, Givenchy, Loewe y Dom Pérignon) superó por primera vez los 20.000 millones de euros de facturación y sus beneficios aumentaron un 73% hasta sobrepasar los 3.000 millones de euros. Así se entiende que esta semana anduvieran sobrados en la compra de la compañía joyera Bulgari por 3.700 millones de euros. El despido fulminante del diseñador John Galliano -por declararse admirador de Hitler en un vídeo - no les ha pasado factura. De momento. Y en cuanto a Hermès, una firma de la que LMVH acaba de adquirir el 20%, no cabe duda de que también podría permitirse algún homenaje, ya que sus ventas subieron un 25% hasta alcanzar los 2.400 millones.

Y eso no es todo: los suizos de Richemont (holding propietario de Cartier, Piaget, Jaeger-LeCoultre...) incrementaron sus transacciones en un 33% a lo largo del último trimestre de 2010, mientras los ingleses de Rolls Royce van sobre ruedas. La marca británica de berlinas 'glamourosas' dobló el año pasado su récord, al despachar 2.711 unidades en todo el mundo, un 171% más que en 2009. Y los italianos de Ferrari no se quedan atrás, al conseguir los mejores resultados de su historia, con una facturación de 1.919 millones de euros, un 7,9% más que en 2010. ¿Quién da más?

Masajes al perro

Entre los consumidores más compulsivos, se llevan la palma los magnates del Lejano Oriente. Según el grupo de inversión CLSA Asia Pacific, los chinos representarán en 2020 nada menos que el 44% del mercado del lujo a nivel mundial. Gente que se puede permitir una suite de 7.300 euros en el Ritz-Carlton de Moscú y no duda en pagar masajes de 80 euros para el perro.

Con un millón de dólares en la cuenta corriente, se les abre un abanico de posibilidades que habitualmente airean a los cuatro vientos. La discreción que prescribía el sabio Confucio -un funcionario amante del orden y la jerarquía- ya es historia en China. Lo saben muy bien las grandes empresas como Prada, que tuvo el detalle de venderles bolsos Miu-Miu en edición limitada.

Las multinacionales han hecho sus cálculos y apuestan por el caballo ganador: la economía que impulsa el Gobierno de Beijing ha crecido a una velocidad del 10% y se ha convertido en la segunda potencia económica más poderosa del mundo, por detrás de EE UU. A ese ritmo, se espera que para 2019 concentre más de un millón de ricos. Y lo más importante: su media de edad no superará los 40 años. Hombres y mujeres con un tren de vida que les llevará a la mismísima luna, en cuanto sea posible coger la nave espacial y disfrutar de un fin de semana entre cráteres.

Dicho lo cual, hay economistas como el catalán Fernando Trías de Bes que auguran más de diez años de crisis y dan por sentado que los jóvenes vivirán peor que sus padres. «Ahora toca producir más y ahorrar», aconseja este novelista de éxito. Una sugerencia que ignoran olímpicamente los tres millones de turistas chinos que visitan Europa cada año. En los escasos 16 días de vacaciones que les concede la empresa o el Estado, no se andan con chiquitas. Un ejemplo: en los exclusivos almacenes británicos de Harrods no suelen gastar menos de 3.000 euros. La familia real de Catar, propietaria del local, ha tomado buena nota y se han dado prisa en contratar a 41 empleados que dominan el mandarín y admiten sin remilgos la tarjeta estatal de crédito (unionpay) que expide el país asiático.

Supermodelos asiáticos

Todo son buenas palabras para los clientes que llegan del llamado Imperio del Centro. Nadie les lee la cartilla por vivir en un país donde se aplica la pena de muerte cada año a unos 5.000 reos, lo que supone más del 70% de las que se practican en el mundo. Ni por el centenar largo de disidentes a quienes el régimen ha confinado en sus casas ni por el acoso sin tregua a la prensa extranjera -la única que no está 'vendida' al Gobierno de Pekín- apenas se vislumbra una pancarta de protesta.

En las 'boutiques' que jalonan las 'millas de oro' de Nueva York, Milán, París o Londres, queda claro que solo tiene peso un dato en la balanza: Japón, meca de la sofisticación y 'niña bonita' de Louis Vuitton y Riechemont, ha pasado el testigo a la patria de Mao Zedong. ¡Quién los ha visto y quién los ve! El 'gran timonel' despreciaba las más humildes gafas como «símbolo de opulencia y discriminación», pero eso también es historia. Ahora la actualidad se rinde ante los encantos de los modelos de origen asiático: Godfrey Gao, que acaba de fichar Vuitton; Liu Wen, nuevo rostro de Estée Lauder; Shu Pei, contratada por Vera Wang y un largo etcétera que no ha hecho más que empezar.

La imagen más llamativa del país asiático ya no desfila en traje color caqui, con cuatro bolsillos en la chaqueta y cuello Mao. Los chinos se apuntan al 'bótox' y las prótesis de silicona en las pantorrillas, y cuando les sobra tiempo y dinero se dejan caer en los Campos Elíseos de París, la Oxford Street de Londres o la Vía Montenapoleone en Milán. ¡No hay por dónde perderse! Les encanta presumir de viajes, fotos y vídeos. Y encima, se ahorran un buen pellizco: un bolso Jumbo cuesta en Shanghai cerca de 4.700 dólares cuando en Francia no supera los 3.900; y el mítico Kelly ronda los 8.800 mientras en Europa se queda en 6.500.

Ojo al dato, estas diferencias tienen los días contados: tanto Gucci como Louis Vuitton y Salvatore Ferragamo ya han anunciado una subida de los precios en el Viejo Continente. A los chinos les dará igual. Ahora ellos marcan el camino. Al menos, en el sector del lujo.