Una gaditana recoge los productos que se llevará a casa. / MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

'¡Qué rico, Dios mío!' endulza la crisis a los gaditanos

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Una bandeja pestiños, una caja perdida de alfajores y, con suerte, algún mazapán. Eso es a todo lo que podían aspirar los rezagados de la muestra gastronómica '¡Qué rico, Dios mío!' en años anteriores. Porque en la edición de este año, los dulces elaborados por las monjas de los 12 conventos de clausura de la provincia -más que años anteriores- se están haciendo de rogar. Bien sea por la tan manida crisis o por el molesto vendaval de los últimos días -motivos que barajaba ayer la organizadora del evento, Carmen Agüera- lo cierto, es que el claustro de la Diputación no se ha llenado como años anteriores y necesitó de un segundo día para acabar todos los dulces, tras la inauguración del viernes.

De hecho, durante la mañana de ayer aún esperaban para ser vendidas cientos de cajas de dulces. Algo poco común si se tiene en cuenta que en ediciones anteriores de la muestra bastaba con el primer día para acabar con todo el género. «Ayer empezamos con 3.000 kilos de dulces y la verdad que este año se está notando en el bolsillo de la gente. Pero bueno se está comprando poco a poco porque la gente sabe valorar la calidad de lo que compra», puntualizó ayer Joaquín Méndez, uno de los dependientes de la muestra.

Carmen Agüera también tenía una impresión similar: «No está yendo mal pero no va tan bien como otros años». A pesar de eso, durante la mañana, el goteo de gaditanos fue constante por Diputación. Una afluencia que si bien no copaba todos los mostradores si hizo posible que el excedente de productos fuera bajando durante el día.

Silvia Bello fue una de las que ayer se dejó ver por Diputación. Era la primera vez que iba y reconoció la calidad y la variedad de productos a pesar del precio: «Son caros pero es lógico, son todos caseros». Una opinión que compartía con otro de los asistentes a la muestra Óscar Gómez: «La verdad es que todo tiene muy buen aspecto, aunque el precio sea un poco excesivo. Se te meten todos por los ojos». Por eso, Gómez optó por dejar a su mujer que fuera ella la que escogiera lo que comprar, «ella es la que manda».

Al otro lado del mostrador, Joaquín y sus compañeros esperaban las listas de Bello o la mujer de Gómez para ir acabando las existencias. Uno a uno, los dulces más artesanos fueron desapareciendo. Sobre todo a partir de las 13 horas, cuando la Diputación se fue animando de gaditanos dispuestos a endulzarse la Navidad. Tanto, como para poner fin a todos los productos puestos a la venta por la Diputación, la Institución Ferial de Cádiz y Cajasol. «Finalmente no será necesario abrir el domingo». Así confirmaba Agüera por la tarde el fin de las existencias. Punto y final a la crónica de la muestra gastronómica más rica, pero también a la que más se resistieron los bolsillos gaditanos.