Varios jóvenes se disponen a lanzar piedras durante la manifestación celebrada el pasado miércoles en Barcelona con motivo de la huelga general. :: EFE
ESPAÑA

Turismo antisistema en Barcelona

Anarquistas, 'okupas', antifascistas, independentistas y antiglobalización conforman una amalgama violenta Políticas permisivas, leyes laxas y el halo libertario abonan el asentamiento de grupos radicales

BARCELONA. Actualizado: Guardar
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Desde que en mayo de 2006 Barcelona canceló una cumbre europea de ministros de Vivienda por temor a las protestas de los grupos antisistema, la percepción del problema que generan los altercados durante las celebraciones masivas ha dado un giro radical. Ya no se trata solo de la acción incontrolada de cuatro okupas descontentos. Las fuerzas de seguridad hablan de pequeños grupos organizados que aplicando técnicas de 'kale borroka' son capaces de sembrar el caos.

Durante la jornada de huelga general del 29 de septiembre, unos 700 activistas montaron una auténtica batalla campal en el centro de la ciudad, una sesión de guerrilla urbana que se prolongó por espacio de más de siete horas y que se saldó con más de 80 heridos y 43 detenidos (solo nueve de ellos pasaron a disposición judicial). Este fue el último capítulo de un largo rosario de algaradas violentas que encuentran en Barcelona su caldo de cultivo ideal. Las autoridades hablan siempre de que los causantes son grupos antisistema. ¿Pero quiénes son estos antisistema?

El concepto es heterogéneo y bajo un mismo paraguas se encuentran pequeñas organizaciones de tipo anarquista, izquierda revolucionaria, 'okupas', independentistas catalanes, grupos antiglobalización, antifascistas o sindicalistas radicales. Una amalgama de alternativas a las que se suelen añadir ladrones, que aprovechan acontecimientos como el del miércoles o las fiestas multitudinarias por los triunfos del Barça para el saqueo de tiendas.

Un conglomerado que surge y se desarrolla en torno a los 'casales' (centros) de jóvenes de los barrios, los inmuebles 'okupados' (unos 300) o las asambleas populares, y que tienen en Internet y las emisoras de radio piratas sus bases de operaciones, desde donde organizan, convocan y movilizan a los suyos.

Los sindicatos de los Mossos han advertido desde hace meses de su «radicalización» e incluso de la «estructuración organizativa». Aunque las ideologías de estos grupos son variadas, lo que les une, según la Policía, es el extremismo y la violencia. Un ejemplo: Laura Riera, que acaba de cumplir una condena de nueve años por colaboración con ETA, pertenecía al movimiento 'okupa' del barrio de Gracia, uno de los más activos de la ciudad.

¿Por qué está la capital catalana en el disparadero continuamente y registra altercados cuando el Barça gana un título, los sindicatos se manifiestan o cuando los estudiantes protestan contra el 'plan Bolonia'?

El hijo de Montilla

Las explicaciones son variadas. «Falta una legislación más dura», dicen desde el ayuntamiento. Sí, las leyes son garantistas, pero en Barcelona son iguales que en cualquier otra ciudad española donde no hay este problema. Aquí se añade el problema político: «Hay permisividad del 'Govern'», dicen los sindicatos policiales. Este sambenito siempre ha perseguido a la Generalitat y al ayuntamiento y, por supuesto, a las asociaciones vecinales que en todo momento han apoyado el movimiento 'okupa'.

Incluso llegó a correr la leyenda urbana de que Gobierno autonómico y el consistorio no eran más duros con los antisistema porque tenían hijos en el colectivo. Siempre fue un rumor hasta que en 2008 un hijo de José Montilla fue condenado a pagar una multa por destrozar dos cabinas de teléfono durante la celebración de un título de liga del Barça en 2005. El consejero de Interior, Joan Saura, tampoco se ha podido escapar de la etiqueta de permisivo después de que su mujer, Imma Mayol, cuando era tercera teniente de alcalde de Barcelona, se declaró «antisistema».

Sea como fuere un halo libertario siempre ha envuelto a la ciudad, lo que ha servido de atracción para los turistas alternativos, que acuden a la capital catalana motivados por la bronca radical impune, las 'raves' y el buen rollito del mestizaje difundido por Manu Chao.

Tras constatar que el 35% de los detenidos el miércoles eran extranjeros (italianos, alemanes, venezolanos, rumanos, mexicanos o británicos), por primera vez, las autoridades han reconocido esta semana que la capital catalana es un foco de turismo antisistema. «Si Barcelona es una ciudad atractiva para muchas cosas, también lo es para que alguien de otro país venga cuando es llamado por personas de comportamiento similar», dijo la consejera de Justicia, que lo fue también de Interior, Montserrat Tura.

La capital catalana resulta atractiva para antisistemas de toda Europa que ven en Barcelona «un territorio de libertad», apuntó el alcalde Jordi Hereu. Los sindicatos de los Mossos son menos románticos: «Los extranjeros antiglobalización saben que los altercados en Barcelona no les salen tan caros».

Y hay razones históricas, también, porque Barcelona siempre ha sido una ciudad donde la central sindical anarquista CNT ha tenido un fuerte arraigo y, en parte, los movimientos 'okupas' se sienten herederos de su legado, así como de los ateneos obreros de principios del siglo XX. Una ideología que además se ha visto favorecida por la multitud de espacios libres víctimas de la reconversión industrial de los ochenta que aún hoy hay en la capital de Cataluña.