Alfonso Armada visitó Cádiz con motivo del II Curso Internacional de Libertad de Expresión de la APC. :: LA VOZ
ENTREVISTA

«Internet puede tumbar dictaduras»

El ex corresponsal en África y Nueva York, que actualmente dirige el Máster de Periodismo de ABC, confía en el poder transformador de las nuevas tecnologíasAlfonso Armada Escritor y periodista

CHICLANA. Actualizado: Guardar
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Alfonso Armada viajó a Kigali en abril de 1994, cuando Ruanda se ahogaba en sangre. Sus crónicas, dotadas de un extraño lirismo, hablaban de montañas de cadáveres, miembros amputados y zapatos perdidos en mitad de la humareda. A pesar de la intensa descripción de la tragedia, nunca olvidó que el público (los lectores, la audiencia) tiende a utilizar la barbarie para forjarse una coraza contra la autocrítica, la responsabilidad y la reflexión. Tanta crueldad, en definitiva, no podía tener arreglo. Quizá por eso, después de cinco años contando África, cambió el hambre, la selva, los caminos polvorientos y las chozas de adobe por una corresponsalía en Nueva York. Justo antes de los atentandos contra las torres gemelas. La tarde del 11-S su madre lo llamó por teléfono y le dijo: «Parece que la guerra te persigue».

Armada, que actualmente dirige el Máster de Periodismo de ABC y la revista digital FronteraD, clausuró junto a Albert Boadella la II Edición del Curso Internacional de Libertad de Expresión. Como viajero incorregible y firme defensor de las nuevas tecnologías, cree en las posibilidades infinitas de Internet para cambiar el mundo. Siempre y cuando, claro, se utilice bien.

-¿De verdad Internet permite hablar de cosas de las que antes no se podía? ¿Es una herramienta eficaz contra la censura?

-Habría que ir país por país. Quiero creer que se ha avanzado. No obstante, los censores aprenden rápido. Las dictaduras están haciendo lo imposible por minimizar la influencia de la Red. No conviene confiarse. Siguen muriendo periodistas por cumplir con su trabajo. Los últimos, en Rusia.

-El Gobierno chino ha ganado la batalla contra Google. ¿El precedente significa que también esta guerra está perdida?

-Internet es un peligro para cualquier gobierno autoritario que quiera amordazar y reprimir la difusión de noticias. Independientemente de que China haya cortado los piés a Google, ahora es mucho más fácil poner en solfa sus mentiras y denunciar determinadas situaciones. Un ejemplo reciente es el de Irán. Con la inmensa mayoría de los medios controlados o secuestrados por los censores, muchos ciudadanos asumieron la responsabilidad de mostrar al mundo los abusos y las torturas que practican por norma los guardianes de la Revolución. Es cierto que eso no ha conducido, finalmente, a la democracia. Pero ha servido, al menos, para que buena parte de la sociedad se dé cuenta de la eficacia real de herramientas como Twitter. Creo que Internet puede tumbar dictaduras. O podrá hacerlo pronto. Ojalá.

Rapidez contra profundidad

-Todo el mundo hace sus análisis sobre la situación actual del periodismo. Hay quien se atreve, incluso, con las previsiones futuras. ¿Cuáles son las suyas?

-Creo que estamos atravesando una crisis tan dura que muchos profesionales han acabado por temerle a las nuevas tecnologías. Las consideran enemigas, en vez de aliadas. De entrada, el periodismo debe continuar preocupándose de buscar temas, informaciones y reportajes, que tengan interés, con independencia del medio en que se difundan. Internet nos permitirá contar las historias de una forma más completa, porque puede presumir de muchos recursos: imágines fijas, imágenes en movimiento, música, sonidos, gráficos, propuestas interactivas... La Red está llamada a enriquecer nuestra profesión, no ha destruirla. Otra cosa es el modelo de negocio, un tema crucial en el que pienso que los periodistas también deben implicarse. Meterse en ese fregado puede ser una alternativa. Convertirnos en empresarios. Hacer nuestras propias propuestas. Son demasiadas preguntas, y cada gurú tiene sus propias respuestas. A veces incompatibles o contradictorias. Sólo hay indicios.

-En una de sus cartas abiertas a Gonzalo Sánchez-Terán elogia la lentitud y reivindica la crónica a la vieja usanza, bien hecha, contextualizada, analítica y con profusión de datos y referencias. A la vez, usted tiene un perfil de Twitter muy movidito. ¿Cree que la inmediatez quedará para Internet y la profundidad para el papel?

-La verdad, pienso y espero que no. Es cierto, Twitter se ha convertido para mí en una herramienta comunicativa muy capaz. Pero, a la vez, compaginándolo con mi trabajo en ABC, he montado una revista digital, 'FronteraD', que guarda la estructura y el espíritu, en cierta manera, de una revista tradicional. Sale los viernes, y es una página bastante estática... Tenemos 35 blogueros, cinco de los cuales actualizan cada día, para algo de vida, pero lo importante es que cada uno de los artículos que presentamos son largos, pensados, elaborados... Es otra forma de hacer las cosas. Porque hay mucho ruido en Internet, demasiada velocidad. Estamos todos en una especie de tiovivo, a miles de revoluciones por minuto, y parece que nadie puede pararlo. Eso hace que, a pesar de tener más información que nunca, el mundo nos parezca incomprensible. Hay tal bombardeo de estímulos, imágenes y sonidos, que creo que el periodismo tranquilo irá, poco a poco, ganando peso en la Red.

-¿Cuál es el referente?

-Para mí, 'New Yorker'. Imprime un millón de copias a la semana y, a la vez, tiene una altísima audiencia en Internet. Y apuesta por ese periodismo tranquilo, porque un reportero pueda estar durante el tiempo que sea necesario trabajando una historia, pero cuando la publica, va a misa. Queda redonda. 'New Yorker' tiene un departamento de 18 personas contrastando fuentes y verificando datos. El camino es tratar al lector como una persona inteligente. Cuando trabajé en 'El País', durante un tiempo, había un departamento de edición muy, muy estricto. A mí me devolvían los reportajes sembrados de pegas: 'Faltan fuentes', 'más entrevistas', 'confirma los datos', etc...

-Dirige el Máster de Periodismo de ABC. ¿Cuál es el consejo con el que más machaca a sus alumnos?

-Que tienen que leer, leer y leer. Y no sólo periódicos. Además, que se pregunten si son curiosos, porque si no lo son, no tienen nada que hacer. Y, sobre todo, que sean humildes. Un buen periodista sabe contar, pero también sabe escuchar.

-El 11-S cambió el mundo. ¿Lo cambió a usted, o África lo había preparado para todas las formas de dolor y crueldad?

-África me transformó. Me hizo darme cuenta de que muchas de las angustias y los padecimientos que tenemos en Occidente son auténticas majaderías. El 11-S, en cambio, me demostró que en ningún lugar se está a salvo de la guerra. Mi madre se alegró mucho cuando me fui de corresponsal de 'ABC' a Nueva York. Antes, cada vez que estallaba un conflicto en África, y me tocaba hacer la maleta, me decía: '¿Por qué no mandan a otro?' Ella, como tanta gente, se dio cuenta ese día de que la barbarie no entiende de fronteras.