EL PERFIL

JUAN ZAFRA

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Estoy convencido de que muchos de los transeúntes que con él se cruzan por cualquiera de nuestras calles, aunque no hayan acudido a su consulta, advierten que Juan Zafra es médico. Su manera atenta de mirar y su forma controlada de gesticular revelan ese característico hábito profesional de atender a los pacientes que, ansiosos, acuden a su encuentro en busca de respuestas a sus interrogantes y de remedios a sus dolencias. No es extraño, por lo tanto, que seamos muchos los compañeros «jartibles» que le solicitamos la luz de su nítida información y el cordial calor de su alentadora esperanza, cuando tenemos noticias de la enfermedad de algún amigo. El doctor Zafra, profesor de nuestra Universidad, es uno de esos especialistas que, además de cuidar la exactitud de sus palabras, el acierto de sus diagnósticos y la eficacia de sus tratamientos, se preocupan por suavizar el dolor y por infundir esperanzas. Él sabe muy bien que las palabras, cuando se pronuncian con respeto, con delicadeza y con afecto, poseen la virtud de mitigar los sufrimientos del espíritu, de suavizar las angustiosos interrogantes y de hacernos sentir menos solos. Por eso son muchos los pacientes que le agradecen su habilidad, su delicadeza, su objetividad y su generosidad, ayudándolos a dominar el horror ante lo desconocido y transmitiéndoles mensajes tranquilizadores.

En más de una ocasión me ha expresado su convicción de que los pacientes necesitan la compañía de personas que, silenciosamente, les transmitan sensaciones y sentimientos de respeto, de comprensión, de paz, de serenidad, de tranquilidad, de esperanza y de cariño. Ayer mismo, un compañero -y amigo de los dos- me dijo refiriéndose a Juan: «Una de las mayores suertes que nos pueden sobrevenir cuando nos sentimos enfermos es la de encontrar a un profesional de la Medicina que nos comprenda, que identifique las claves ocultas de nuestras dolencias, que descifre el sentido profundo de nuestras preocupaciones, la razón última de nuestros deseos íntimos y las raíces escondidas de nuestros temores secretos».

No es extraño que los alumnos comenten la manera de la que, en momentos de dificultad, este hombre sensible y generoso, se crece no sólo en su afán de elevar la calidad de la enseñanza, de la investigación y de los métodos de asistencia de la Medicina, sino también regalándonos prácticamente las pautas que nos ayudan a tratar a los pacientes con sensibilidad humana.