Una parada en el Castillo de Santiago para consultar el mapa. :: L. R.
EDUCACIÓN. IES Francisco Pacheco (Sanlúcar)

Robinsones de asfalto

Isabel, Marta, Jesús, Eva y Lydia extrajeron en una mañana todo el jugo al carácter y la historia de Sanlúca. Fortaleza y audacia quinceañera para superar la 'gymkhana' del año

SANLÚCAR. Actualizado: Guardar
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El destino le jugó una mala pasada y la muerte llamó a su puerta antes de tiempo. Juan Carlos Pérez de Guzmán, IX Conde de Niebla, nunca llegó a ser Duque de Medina Sidonia ni Señor de Sanlúcar. Falleció dos años antes que su padre y su nombre habría pasado sin pena ni gloria en la densa genealogía nobiliaria española de no haber tenido como vástago al que fue Comandante en Jefe de la 'Armada Invencible'. Alonso Pérez de Guzmán y Zúñiga, VI Duque de Medina Sidonia, poseyó una de las mayores fortunas en la Europa del siglo XVI y restituyó para la historia el nombre de su padre. «Está enterrado en la iglesia de Santo Domingo, junto a su esposa, Leonor Manrique de Sotomayor».

Marta Real lleva toda la mañana corriendo por el casco histórico de Sanlúcar con una mano en la cabeza. Pero no por el esfuerzo de pensar las respuestas a las preguntas de la 'gymkhana' en la que participa junto a sus compañeros del instituto Pacheco. Eso está controlado. Sino por una cuestión mucho más banal: el sombrero de paja que identifica a su grupo se le cae. «Tendría que haberle puesto un cordel». Momentos antes del pistoletazo de salida, en la Puerta de Jerez, lamentó haber pasado por alto este pequeño detalle. La luz mañanera rebota en las paredes encaladas del Barrio Alto. Una señora se asoma desde el zaguán y observa perpleja el pintoresco espectáculo: cinco quinceañeros caracterizados a modo de granjeros que caminan presurosos con un mapa en la mano. «Es una actividad del instituto, señora». «Ah!, pues que estudien mucho» y sonríe antes de desaparecer en la frondosidad de su patio lleno de macetas. Diez grupos de primero de Bachillerato participan en esta actividad que combina la historia, con el ejercicio físico y la socialización.

Jesús lleva la voz cantante, pero sus compañeras le bajan los humos. «Chiquillo, mira el plano, que nos perdemos». El Pozo Amarguillo, el Muro Alto... las preguntas sobre la historia de Sanlúcar que han estudiado en casa se combinan con pruebas físicas que les despiertan el hambre. La próxima parada augura momentos muy dulces: el obrador del convento de las Carmelitas Descalzas. Eva, Marta, Jesús, Isabel y Lydia se aproximan expectantes al misterioso torno de caoba. «Buenos días». Las palabras mágicas son más sencillas que las de la cueva de Alí Babá, pero la recompensa se puede comer, y eso vale su peso en oro. Lope de Vega y Cervantes les saludan desde el Callejón de las Comedias tras contar las torretas del Castillo de Santiago. Por suerte, la desmemoria no ha llegado aún a la azulejería y nuestros robinsones no pasan por alto los homenajes al Siglo de Oro.

Sensibles al entorno

No tan bien se les da la comba en la Parroquia de la O, pero ganan el pulso a la prueba de Las Covachas con varias incursiones en el Mercado de Abastos que alborotan el transcurrir cotidiano de las amas de casa y los tenderos. «Además de pasarlo bien, la gymkhana fomenta la sensibilización con el entorno, el conocimiento de la idiosincrasia de sus vecinos, y del valor cultural e histórico que tiene su ciudad. También asumen una responsabilidad de autocontrol y autonomía en el trabajo». Juan Antonio Fernández, profesor de Educación Física y organizar de la gymkhana, les reparte botellas de agua en otro punto de avituallamiento: el convento de Madre de Dios. No hay hora tope de llegada, ni puntos, ni equipo ganador. La motivación es salvar todas las pruebas y completar el recorrido. El descenso hacia el Barrio Bajo concluye con la estación en la Plaza del Cabildo. Junto al ayuntamiento viejo -ahora biblioteca Rafael de Pablos-, descubren la placa que conmemora la primera vuelta al mundo que zarpó de Sanlúcar el 20 de septiembre de 1519, con Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano al timón. Pero los deliciosos olores que desprenden los bares, santuarios de la gastronomía sanluqueña, también les supone una prueba sobre las tapas más típicas. Los transeúntes acceden de buen grado a fotografiarse con peluca y nariz de payaso y los abrazos llenan la calle San Jorge de buenas vibraciones. La expedición llega a su punto y final en la plaza de San Francisco. El año que viene, más.