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Sociedad

Bertrand Tavernier se apunta a las aventuras de capa y espada

'Un hombre que grita', una mirada a Chad en guerra civil, se lleva una enorme ovación en Cannes

CANNES. Actualizado: Guardar
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Con Montecarlo a 40 kilómetros de Cannes, muchas de las estrellas del Festival aprovecharon la jornada dominical para una pequeña escapada para ver en vivo el Gran Premio de la Fórmula 1.

Mientras, la competición se tiñó de los colores franceses. Bertrand Tavernier, un clásico del cine galo, presentó 'La princesa de Montpensier', una de aventuras de capa y espada, mientras que el Mahamat Saleh Haroun estrenó 'Un hombre que grita', una denuncia social sobre la guerra civil de Chad. Pero no hay que equivocarse, la película presentada bajo el pabellón africano está financiada en gran parte por los franceses y, en menor medida, también por los belgas.

Cannes sigue apostando por las películas mamotreto. ¿Por qué lo que se puede contar en 90 minutos cada vez son más los directores que necesitan dos horas y media? El último de los títulos en sumarse a la lista de películas interminables, es 'La princesa de Montpensier'. Tavernier adapta una novela corta de Madame de La Fayette, ambientada en el siglo XVI (habría que ponerse a temblar si hubiese adaptado una 'larga').

Con Mélanie Thierry, Lambert Wilson y Gaspard Ullied al frente del reparto, la acción se sitúa en el reinado de Calos IX de Francia, cuando las guerras de religión entre papistas y hugonotes causan estragos. Marie de Mézières, una de las herederas más adineradas del reino, está enamorada del joven Duque de Guise, (que la historia conocerá más tarde como 'El Acuchillado').

La historia de Adam

La sorpresa surgió de la película del Chad. Rodada con una notable economía de medios y con una visión casi neorrealista de la vida cotidiana en el país, Mahamet Saleh Haroun cuenta en 'Un hombre que grita' la historia de un hombre que no se quiere implicar en los acontecimientos de su país. Adam, sesenta y tantos años, antiguo campeón de natación, es profesor en la piscina de un hotel de gran lujo en N'Djamena. Cuando unos empresarios chinos adquieren el hotel, se ve obligado a dejar su puesto a su hijo Abdel, siendo relegado a controlar la barrera de la entrada del hotel y a llevar el uniforme de conserje. Él lo considera como una decadencia social.

A la vez, por la radio se escuchan noticias cada vez más inquietantes. El país es presa de la guerra, los aviones no dejan de sobrevolar la ciudad y los rebeldes amenazan el poder.