Sociedad

ÁNIMO, SIEMPRE ÁNIMO

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Los únicos que estaban contentos cuando el presidente Zapatero abdicaba de sus ilusorios proyectos de mejorar a la gente de la calle eran los que estaban en la plaza de Neptuno. «¿Aúpa Atlético de Madrid!», pero a ver quién levanta España. La función social del deporte se comprueba una vez más. Nos enseña a olvidar, o mejor dicho, a evadirse de las situaciones trágicas. Conviene estar ágiles para escaparse de la miseria anunciada que nos acecha.

El recorte, que podía haberse hecho un par de años antes de que Obama nos regalase unas tijeras 'made in USA', ha irrumpido de pronto, pero se le veía venir. El retraso en aplicar sus hipotéticos remedios no ha sido sólo tardío, ya que también ha intervenido el retraso mental de nuestros políticos. Adivinar el futuro es dificilísimo, pero no ver lo que tenemos delante de las narices requiere un olfato especial y una vista privilegiada. Nuestro presidente electo se ha resistido a vislumbrarlas hasta el final, que no es más que un prólogo. Los festejos verdaderos empezarán cuando suba el IVA y aumenten los impuestos. Esto es sólo la víspera, pero nunca es tarde si la pena es buena.

Nos aguarda una época penosa, pero no hay que quejarse porque el lamento continuo es cosa de bellacos. Ánimo. Hay que tener ánimo siempre y también hay que aprender a vivir con menos. De ese aprendizaje no se va a librar nadie: ni los pensionistas, ni los funcionarios, ni los que tengan ninguna función, ni cobren jubilación. La 'salutación del optimista' ha llegado de manera perentoria. Nos han leído la cartilla, que ojalá sea la del racionamiento. Ahí aprendimos los niños que ahora somos viejos. Le echamos valor, aunque no fuimos combatientes y «nos quisimos quedar a ver la vida». Yo todavía tengo curiosidad por ver en qué queda esto.