Juan Manuel J. S. evitó pedir disculpas por haber matado a la conileña. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Ciudadanos

La defensa contradice a su cliente y admite que éste mató a Loli Amaya

El letrado considera que el delito es un homicidio y no un asesinato, por lo que solicita una pena de siete años de prisión

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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El juicio por el asesinato de Loli Amaya, la joven conileña asesinada en 2008 durante el atraco a la colchonería donde trabajaba en Chiclana, ha quedado visto para sentencia tras la celebración de la tercera sesión de la vista oral en la Audiencia Provincial de Cádiz.

Sin duda, la de ayer iba a ser la jornada más dura y difícil para los familiares de la víctima, que tuvieron que oír los detalles de la muerte de la joven de boca de los forenses que le realizaron la autopsia. Aparte, la tensión y la indignación de los allegados estaba a flor de piel, después de que un día antes se enfrentaran a insultos con el acusado -Juan Manuel J. S.-, cuando éste les gritó en los pasillos que él no mató a Dolores.

Su inocencia fue contradicha ayer por su propio abogado defensor, que reconoció «acreditada la autoría» de su cliente en la muerte de la joven y modificó su calificación inicial, en la que pedía la absolución, por una pena de siete años y medio de cárcel por los dos robos y la muerte. En caso de que el tribunal no admita los atenuantes de drogadicción y enfermedad mental, solicita 14 años y medio.

Juan Manuel J. S., en cambio, se resistió una vez más a reconocer el crimen y, en su alegato final, evitó el arrepentimiento: «Pido perdón a la persona que atraqué, le pido perdón de todo corazón; y lo siento por la persona que ha fallecido», dijo. De nuevo sus palabras causaron la indignación entre los familiares de Dolores Amaya, que al acabar el juicio, entre lágrimas y gritos de rabia, esperaron al preso en la puerta de atrás del edificio para insultarle. Juan Manuel, sin embargo, fue evacuado de la Audiencia a la carrera por el acceso principal, donde un solo familiar del novio de la víctima se abalanzó hacia él.

Aunque el letrado defensor reconoce que su cliente mató a Dolores, calificó ayer el delito como un homicidio en lugar de un asesinato, ya que no considera acreditado el agravante de alevosía, al «no haber acechanza» ni tratarse de un ataque por la espalda.

Así lo confirmaron ayer los dos peritos responsables de la autopsia, que desmenuzaron el informe forense ante el tribunal. Según los expertos, Dolores sufrió dos puñaladas: una primera «preventiva», que le causó dolor, pero sólo afectó a los músculos; y una segunda que provocó la muerte. Ésta fue extremadamente violenta, ya que de un sólo golpe, atravesó un brazo, chocando con el húmero, penetró la sexta costilla y traspasó el pulmón y el corazón de lado a lado. Según los forenses, para recorrer esa trayectoria, el autor debió utilizar un cuchillo de más de 20 centímetros (como el encontrado en el río Iro), y asestó la puñalada por un lateral y desde «un plano superior», lo que hace pensar que Dolores estaba sentada. De ser así, según el abogado de la familia, sí cabría considerar la alevosía, ya que la dependienta habría sido atacada por sorpresa. La acusación particular añadió además el agravante por ensañamiento y aumentó su solicitud de pena hasta los 34 años de cárcel. El fiscal, en cambio, ha mantenido la calificación de asesinato y los 28 años de cárcel.

Además de los forenses, declararon ayer dos peritos psiquiatras que confirmaron que Juan Manuel sufre un trastorno de personalidad paranoide, pero negaron que tuviera «retraso mental», pues cuenta con un coeficiente de 79 puntos. Las psiquiatras tiraron por tierra, además, el atenuante de enfermedad mental y alcoholismo que ha presentado la defensa, pues dejaron claro que «el trastorno no influye para nada en el ataque», y por tanto, el acusado sabía perfectamente lo que hacía.