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POLÍTICA Y POLITIQUERÍA

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En términos puramente prácticos, y un punto prosaicos, el porvenir político de Reino Unido en lo tocante a la formación de una estable mayoría de gobierno depende de cómo de convincente encuentre el Partido Liberaldemócrata el súbito interés de los grandes, conservadores y laboristas, por atender su histórica reivindicación de una legislación electoral diferente, proporcional.

El Partido Conservador ganó holgadamente las legislativas del jueves (por 48 escaños y 8 puntos más que los laboristas), pero, según predijeron las encuestas, no alcanzó la seguridad completa de formar dicho Ejecutivo, que, sin ser necesariamente de la mitad más uno (326), no debería estar muy por debajo de la cifra, aunque una tradición consolidada asegura la gobernabilidad por la indiferencia de un puñado de diputados que atienden intereses marginales.

Los laboristas lo tienen dialécticamente un poco más fácil porque antes de la jornada electoral habían anotado su preocupación por la injusticia de un sistema mayoritario y propuesto su reforma selectiva del mismo: no se atribuiría automáticamente el escaño al más votado en una circunscripción, salvo que tuviera mayoría absoluta, y contarían como sumandos para atribuirlo las preferencias por el segundo y el tercero, que los electores habrían expresado previamente. Este buenismo, barroco y sobrevenido, es cuanto se le ocurrió al 'labour' y parece llevar la firma de su gurú en jefe, Peter Mandelson.

David Cameron no pudo llegar a tanto ayer, en la primera declaración tras su victoria, pero se dijo abierto a hablar de todos los asuntos de interés en un amplio y gran acuerdo, lejos de la oferta de Gordon Brown de proceder a una rápida reforma de la ley electoral en el sentido deseado por los liberales. Éstos se quejan con razón (con el 23% de los votos van a tener poco más del 9% de los parlamentarios.) pero olvidan que la ley ha perjudicado también y mucho a los 'tories', que no han pedido su abolición. Prefieren, como el británico medio, el consolidado y útil bipartidismo. Útil para hacer gobiernos fuertes y práctico para echarlos cuando es preciso.

Pero en el escenario creado por la elección del jueves hay algo más allá de este mero cálculo: hay un cambio de ciclo del que es protagonista, a su pesar el Partido Laborista, que hasta podría equivocarse gravemente si contra la tradicional estima de que goza el sistema se empeña en quedarse en Downing Street un poco a cómo dé lugar, con una coalición sin precedentes. Ni siquiera es seguro que el gran 'labour' acierte a medio plazo si se empeña en tal camino, aparentemente tomado a toda velocidad ayer mismo si se recuerdan las declaraciones de Brown y, antes incluso, en la BBC, el comentario del influyente ministro Mandelson, a quien aún no se ha olvidado como el mago del blairismo de los grandes días de fines de los noventa y primeros del siglo, hasta lo de Irak.

El Partido Laborista lo ha hecho bien, si se recuerda lo que está cayendo. Brown podría ser amortizado, elegir otro líder en las instancias y calendarios adecuados y dejar un Gobierno conservador sin mayoría al timón: ¿un Parlamento colgado y elecciones anticipadas más pronto que tarde? Eso, miren por donde, también depende de los 'libdems'.