Sociedad

UN VIENTO DE LOCURA

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Es falso que no haya nada nuevo bajo el sol. En la época que empezó a circular la célebre frase no existían los derechos de autor, lo que impidió enriquecerse al que se le ocurrió, pero tampoco existían los aviones, lo que también impedía los accidentes de aviación. La tragedia de Smolensk ha conmovido al mundo más que por el número de muertos por la significación del pasaje. En este caso ningún cronista de sucesos podrá titular su reportaje diciendo: «Afortunadamente, todas las víctimas eran de tercera». El presidente polaco Lech Kaczynski, su esposa y buena parte de los miembros del Ejército y del Gobierno están ahora rodeados de flores y de llanto. Hay países incluso con más mala suerte que otros. Se investigan las causas del siniestro, pero de momento se ha encontrado un culpable: la niebla.

La locura es también una niebla de cejas arriba. Me refiero a la del piloto, que se empeñó en aterrizar. Se salió con la suya y con la de todos los que iban a bordo, pero es precisamente la locura la única que se ha salvado. Hace tiempo que recorre el planeta, quizá desde el primer día de la creación, pero ahora se está dando un garbeo más largo que nunca. Sin este viento de locura no se explican algunas cosas. Dos señores pretenden detener al Papa cuando visite Londres. Persiguen su proceso por crímenes contra la Humanidad y le acusan de encubrir los escándalos de pederastia. No me digan que esto no es nuevo. ¿Estamos locos todos o simplemente tenemos una vena? De ser cierta la última hipótesis, que es la más consoladora, nos estamos desangrando. Nos hemos creído el timo de los huertos solares que producen energía de noche y que los granujas de Gürtel puedan irse de rositas sólo porque se lo pida a los ciudadanos la secretaria general del PP.