El drago del parque Genovés es uno de los más antiguos de la ciudad. Tiene 180 años. :: MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

El árbol que cura las heridas

La ciudad conserva unos setenta dragos y dispone de un vivero con miles de ejemplares para reponerlosLa 'sangre' de estos árboles se usaba para cicatrizar, teñir tejidos y hasta para ahuyentar de las casas los malos espíritus

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Cádiz llora cada vez que pierde un drago. Y si a alguien le parece una exageración esta frase, no hay más que comprobar los ríos de tinta que hizo correr la tala del ejemplar frente a las puertas de Tierra. ¿Y qué tienen los dragos que no tengan otros árboles? «Eso nos preguntamos en la delegación de Parques y Jardines», comenta la responsable de este área en el Ayuntamiento, Carmen Obregón. Porque ni son tan antiguos como los ficus, ni tan originales como el metrosidero (un raro ejemplar que se conserva en el parque Genovés) y además, no están en peligro de extinción. En la ciudad se conservan unos setenta, contando sólo los de mediano y gran porte (con más de 17 centímetros de diámetro).

Lo más probable entonces es que la fascinación por los dragos provenga de las propiedades que se atribuyen a su savia, de un color rojo que le hace parecer sangre. De hecho, a esta sustancia gomo-resinosa se la conoce como 'sangre de dragón'.

Aparte de su uso en medicina -que se mantuvo hasta hace pocas décadas- la sangre de drago se ha empleado para teñir tejidos, esmaltar y barnizar piezas de vidrio o cerámica, para sahumerios, con la misma función que el incienso e incluso, para pintar los dinteles y las jambas de las puertas en analogía con la sangre del cordero para ahuyentar los malos espíritus. Como medicamento, se le atribuyen propiedades para curar heridas, cicatrizar llagas, fortalecer las encías o combatir las hemorroides.

Julio Molina Font, en su libro 'Más sobre la historia pequeña de Cádiz' dedica un capítulo a los dragos y menciona una primera referencia sobre las propiedades de la sangre: en la 'Historia Naturalis' de Plinio, en el siglo I después de Cristo.

Se sabe que el drago es un árbol propio del Mediterráneo, pero también de algunas zonas de Africa y de las islas Canarias. En Icod de los Vinos (Tenerife) se venera un ejemplar al que se le atribuían 3.000 años de edad, pero estudios recientes aseguran que no tiene más de 500.

Algo parecido sucede en Cádiz. «A veces se habla de ejemplares de cientos de años y no es cierto; por ejemplo, el drago de las Puertas de Tierra no tenía ni cien años, porque el jardinero que lo plantó aún vive», explica Obregón. De los actuales ejemplares, el más antiguo está en la sede del Obispado en el Hospital de Mujeres. «Puede tener más de 200 años», dice la edil. Le sigue el del parque Genovés, con unos 180. De este gran porte hay otro más en el casco antiguo: en la Escuela de Artes y Oficios, en el callejón del Tinte.

El Área de Parques y Jardines dispone además de un vivero con miles de plantones para ir repoblando la ciudad. Obregón subraya que en los últimos años, el número ha crecido. A principios de los ochenta existían trece, a los que se sumaron otros seis plantados en 1981.

Los dragos pueden llegar a vivir cientos de años, sí, pero también es verdad que depende de las condiciones climatológicas. «Les afecta mucho la humedad, sobre todo si están plantados en terreno arcilloso, porque la arena filtra más el agua, pero la arcilla, la retiene», explica Obregón. La acumulación de agua hace que lleguen los hongos y éstos, como en el caso de las enfermedades en el cuerpo humano, si no se detectan a tiempo, son mortales.

Para la concejal y su equipo una de las claves de que el drago de las Puertas de Tierra fuera irrecuperable es que estaba situado sobre parte de la antigua fortaleza. «Es algo parecido a la situación del ejemplar de la plaza de las Tortugas, que tiene a escasos centímetros la antigua muralla», explican desde Medio Ambiente. Eso hace que corra el mismo peligro que su 'hermano'. Por eso es necesario aplicar tratamientos fungicidas casi constantemente.

Y si el agua ha sido el responsable de alguna muerte entre los dragos, lo peor llega, como siempre, de parte de la acción humana. Hace unos meses el de Asdrúbal sufrió un ataque a machetazos. El Ayuntamiento lo denunció públicamente y la respuesta no se hizo esperar. A la noche siguiente, los vándalos se ensañaron de nuevo con el árbol.