Editorial

Delibes, in memoriam

Desaparece un sabio del idioma y un hombre bueno en el sentido machadiano

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La muerte del más ilustre y depurado prosista de la segunda mitad del siglo XX, el gran Miguel Delibes, nos deja una gran orfandad. A toda la profesión periodística, que vive también de la palabra, y muy especialmente a Vocento, ya que una de sus prestigiosas cabeceras, 'El Norte de Castilla', ha estado estrechamente vinculada al maestro: Delibes comenzó a trabajar en el periódico vallisoletano en 1941, y recorrió pacientemente todo el escalafón hasta desempeñar la dirección del rotativo (1958-1963), que abandonó por discrepancias con la censura y con Fraga, aunque siempre permaneció íntimamente ligado a aquella institución periodística. Delibes, enamorado de Castilla, a la que conoció con vehemencia de amante y precisión de entomólogo, cazador empedernido y labriego de vocación, ha dejado páginas incomparables de homenaje a aquella tierra adusta, escenario de su vasta producción novelística. El Premio Nadal de 1948 con 'La sombra del ciprés es alargada' le abrió de par en par las puertas del prestigio literario, por las que transitó con una serie de obras que han pasado ya a la gran historia de la Literatura en español: 'El camino', 'Mi idolatrado hijo Sisí', 'La partida', 'Diario de un cazador', 'La hoja roja', 'Las ratas', 'Cinco horas con Mario'. Una secuencia espléndida de relatos realistas con frecuentes introspecciones poéticas en el alma castellana. Ya casi al final de su dilatada biografía literaria, publicó una obra cimera, 'El Hereje' (1998), que le valió el premio Nacional de Literatura. Delibes, bueno en el más machadiano de los sentidos, personaje afable y entrañable, recibió en sus últimos años de vida el homenaje sincero de su tiempo y de sus coetáneos. Académico de la Lengua desde 1973, fue Premio Príncipe de Asturias (1982), Premio Nacional de las Letras (1991) y Premio Cervantes (1993). En 2007, y tras ser galardonado con el Premio Vocento a los Valores Humanos, los Reyes le rindieron homenaje en su domicilio de Valladolid. Varias veces candidato al Nobel, hoy forma parte de la nómina de las clamorosas exclusiones injustas de este galardón. Las lágrimas son en esta ocasión tan sinceras, tan potentes y tan universales que no queda ni un lugar para la retórica: la pérdida es tan grande como el vasto legado imperecedero que nos da testimonio de su categoría.