Sociedad

El milagro de Fernando Hierro

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Esther Chumillas no parece una mujer exaltada. Con su pantalón gris, su polo beige y sus anodinos botines negros, pasa las horas leyendo neuropsicología o literatura clásica. Antes le daba más a la poesía, incluso llegó a ganar varios premios locales. Pero, como todo el mundo, tiene una pasión que la enciende. Bueno, dos. Viajar y el fútbol. No puede disfrutar de ninguna, pero la segunda fue decisiva para resucitarla de la meningitis. Llevaba casi dos meses postrada en el hospital. Casi muerta. Sin hablar, comer, ni andar. Sus padres sabían que los únicos estímulos capaces de sacudir a su niña de trece años y cabeza privilegiada eran la literatura y el fútbol. Y se tiraron por la segunda opción.

Buscaron al manager de Fernando Hierro, el entonces flamante defensa del Real Madrid, y no pararon hasta que se presentó en la habitación. «Algo me pasó dentro. Lloré y lloré sin parar, no me lo creía». No le reconocía, claro, por su agnosia visual que, entre otras cosas, le borra los rostros. Así que le pellizcó, habló con él y cuando se marchó «hice el primer amago de levantarme. Fue como un milagro». Luego vino todo más o menos rodado: la vuelta al colegio, el título universitario, el trabajo... y varias llamadas al actual director deportivo de 'la Roja'. El sí recuerda a la perfección los rasgos, la expresión y la trayectoria de esta joven de Cuenca, «toda una lección de superación», ha llegado a decir. Pero huye de las declaraciones «en una historia tan personal».

Como Lázaro, la cría se levantó y volvió a vivir. Hierro le llevó más tarde a comer a la ciudad deportiva del club merengue, le regaló por su cumpleaños una camiseta del Real Madrid y se cruzaron poesías como la que escribió una Esther adolescente: «Eres un gran hombre al tener ese gran corazón y cumplir deseos con esa gran ilusión», le agradecía en los primeros versos. Aún se felicitan las navidades. Esta valiente profesora de Cuenca no podrá comentarle las hazañas de la Selección en Sudáfrica -ve la televisión a jirones, como todo lo demás-. Pero fijo que cuando acabe el Mundial le felicitará.

Seguirá también muy de cerca a Andrés Iniesta, el centrocampista del Barça que ha puesto su sonrisa a la campaña del día internacional de las enfermedades raras. Se celebra hoy. «Ahora es el momento, hay que colaborar», invita el futbolista en las marquesinas, postes y paredes de todo España. El acto más significativo será la Carrera por la Esperanza en la Casa de Campo de Madrid. Cinco kilómetros para desgastar las zapatillas junto a Iniesta y varios jugadores del Atlético de Madrid, que también se ha adherido a la causa de Esther y tres millones de españoles que padecen patologías muy raras.

Desprotegidos

Conferencias, congresos y talleres han llenado las agendas de las 17 comunidades autónomas para sacar de la invisibilidad a ese 7% de la población española «que se siente desamparada ante su situación», recuerda la presidenta de la federación nacional de enfermedades raras, Rosa Sánchez de Vega.

Nuestra profesora lo explicó en unos versos que escribió cuando empezó a ver algo. Rozaba la veintena. «Es muy difícil entender cómo la gente no te quiere ayudar, / no entiende tu problema / y no te hace más que mal. / Esto te hunde aún más / y te quita la esperanza / de que algún día te recuperarás. / Te paras y, al momento, algo desde muy dentro te dice: / dejaré de pensar en esto. / Te tranquilizas y te pones a esperar / a que ese malestar vaya a pasar /y muy pronto vas a saber dónde estás.»