Sociedad

Andalucía a mares

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Los que conocen el mar saben que, cuando el agua pasa de la altura del ombligo, el hombre está a merced de la corriente. Se convierte en un objeto más al que arrastrar. Juan Falcón se enteró la semana pasada en Jerez, justo cuando saltó de la barquilla. Él y Rodrigo Valle luchaban por salvar lo poco que quedaba de la Venta La Cartuja, como dos impotentes 'noés' en mitad del remolino. El instante vibra con toda su fuerza en la fotografía de la derecha, en la que Juan lucha con la desesperación del que se enfrenta a la naturaleza. Se ve en su cara. «La riada se iba a llevar las sillas, así que salté porque hacía pie, pero el agua me tiraba hacia abajo. Estaba helada y muy sucia. Tragué un poco y me atraganté. Estaba descompuesto. Me dio mucha impresión, porque había hasta olas». El agua ahondaba en su tragedia: Juan es el encargado de un restaurante que ya se inundó el pasado día de Navidad con la primera crecida del río Guadalete.

El testimonio de Falcón refleja la tragedia que mantiene sumergida a la comunidad autónoma del sol. Hasta hace unas semanas, allí se temía más la sequía que el agua. En Andalucía, todavía permanecen en la memoria los años ochenta, con sus racionamientos y las casas llenas de cubos de agua para cocinar y lavarse. Entonces se celebraban rogativas y se bailaba la danza de la lluvia, una paradoja si se compara con el torrente marrón de lodo y piedras que ha desalojado a cientos de familias de sus casas y ha sumergido los sueños de muchos otros.

Todo comenzó el 18 de diciembre, cuando el cielo arrojó tal cantidad de agua en la provincia de Cádiz que hizo desbordarse el Guadalete. Y repitió a mitad de febrero. Llovía sobre mojado. Los embalses no daban abasto y por sus aliviaderos salían 100.000 metros cúbicos por segundo como un espiche desbocado. Para imaginar el tamaño del chorro, piensen que vaciaba una piscina olímpica cada 25 segundos. Los pantanos, en esta zona más acostumbrados a la escasez, no se habían visto en otra: la semana pasada alcanzaron el 83% de su capacidad, la mayor de su historia. Algunos, como el de Melonares (Sevilla), nunca habían tenido que vaciarse, pero el agua de propina no hacía más que agravar la situación. Cerró el aeropuerto de Jerez y el caos circulatorio se agravó con el Carnaval.

El pueblo más lluvioso de España

La mala suerte va por barrios. Otras provincias sufrieron cuando el Guadalquivir se fue de madre. Más de mil vecinos de unas 360 viviendas de Córdoba, Jaén y Sevilla tenían que ser desalojados. En la imagen de la izquierda, un habitante de Tocina hace malabarismos para mantener secos los muebles. El 'Río Grande' se había hecho enorme. En Andújar, alcanzaba el caudal histórico de 2.000 metros cúbicos por segundo, una cifra que no se medía desde 1963. Frente a la Torre del Oro, en Sevilla, aquello era una marea.

Así se entiende que el viaje por la Ruta de la Plata hasta Sevilla y Cádiz fuera como conducir por un inmenso parque acuático. La escena no tiene nada que ver con la Andalucía árida de hace solamente dos años. Claro que, entre enero y febrero de 2007, el cielo arrojó una media de 79 litros de agua por metro cuadrado. Y desde el 18 de diciembre, el día en que comenzó la fiesta de la lluvia, la Junta de Andalucía asegura que han caído 550. Esto son casi siete veces más. En algunas zonas como Grazalema (en la Sierra de Cádiz, curiosamente el pueblo más lluvioso de España) se han recogido 1.300 litros por metro cuadrado.

La situación resulta desesperante. A los perjuicios en casas, lonjas y comercios se suman los destrozos en las fincas anegadas por la enorme mancha marrón brillante. Los agricultores calculan 1.200 millones de pérdidas en productos que se pudren en una sopa inútil: ganado, cereales, remolacha, cítricos y frutales. El Gobierno andaluz ha prometido liberar mil millones de euros para los damnificados que llegarán como caídos del cielo.