Alf Poier, el representante austriaco de 2003.
Sociedad

La deriva friki del festival

El austriaco Alf Poier fue un pionero de la extravagancia eurovisiva. Y también él se echaba la mano a la entrepierna

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Habrá quien diga que Eurovisión es friki en sí mismo. Aquel festival lleno de vitalidad en el que triunfaban artistas como Gigliola Cinquetti, France Gall, Sandie Shaw o ABBA se ha convertido, a ojos de muchos, en una mezcla de cámara de los horrores y palacio de la risa, con canciones fabricadas en serie y estéticas inenarrables que se han quedado a años luz de la modernidad. Seguramente, esa visión del concurso como algo encorsetado, caduco y cerrado en sí mismo es la causa principal de la deriva friki que ha experimentado en los últimos años, un ramalazo irónico y descreído que apuesta por pasar de los 'twelve points' y tomárselo todo un poco a cachondeo.

El hombre que empujó ese caballo de Troya hasta el centro mismo del festival fue Alf Poier, el representante austriaco de 2003, un cómico y artista de cabaré que compitió con el tema 'Weil der Mensch Zählt'. La letra comenzaba así: «Me gustan mucho los animales de esta Tierra, / pero los que prefiero son las liebres y los osos. / Los pájaros y los escarabajos se mueren pronto. / Adán está en su cama y se reproduce con Eva». Poier la cantó con insegura voz de payaso, rodeado de animales troquelados en cartón, y cuando llegó el momento de los guitarrazos se agarró la masa testicular al más puro estilo John Cobra. Quedó sexto, nada menos, y estuvo a punto de volver a participar en 2005 pese a que, en una aparición televisiva, había gritado «¡que se joda el festival!».

Poco después, en 2006, se abrieron las puertas del infierno y aparecieron Lordi, los finlandeses disfrazados de monstruos que arrasaron en aquella edición con 'Hard Rock Hallelujah'. Su caso es diferente: Lordi no son humoristas, sino un respetable grupo de rock duro de la estirpe de Alice Cooper, Kiss o Gwar, que no concibe la música sin un buen aliño de espectáculo. Pero su éxito, inconcebible a priori, supuso para muchos seguidores del festival un dramático apocalipsis, la constatación de que Eurovisión había dejado de ser un refugio seguro donde disfrutar sin sobresaltos. A partir de ahí, la herencia combinada de Alf Poier y Lordi daría al certamen una insólita animación: la edición marciana por antonomasia fue la de 2008, donde se juntaron nuestro Chikilicuatre, Dustin el Pavo -una marioneta irlandesa que se quedó en semifinales y a la que, probablemente, le corresponde el honor de ser lo más extravagante que ha pasado por el festival-, un rapero croata de 75 años y el bosnio Laka, que no obtuvo el permiso para sacar un gallo al escenario pero sí instaló un tendedero y vistió a sus coristas de novias.

Y eso es la fase final, el resultado de una criba rigurosa y muy seria. En el escalón anterior, los procesos de selección nacionales, se pueden encontrar anomalías aún más alucinantes. ¿Y por qué no? «Se han presentado muchos candidatos que la gente considera 'frikis' -reflexionó en 2008 Mauro Canut, miembro del jurado español-, pero que para mí son artistas diferentes, inclasificables, originales y con el mismo derecho que los demás a presentarse y a ser votados». Y planteaba una pregunta terrible que estremece las conciencias: «¿Nos hemos olvidado de que El Koala y King África vendieron cientos de miles de discos?».