Coronavirus

Un mes de coronavirus, 17 muertes en el asilo de Ubrique: «El problema fue no reconocerlo»

Familiares de fallecidos por el mayor brote de Covid-19 en la provincia de Cádiz reconstruyen lo ocurrido en las últimas semanas y critican el «oscurantismo» en la gestión

Labores de desinfección del Consorcio Provincial de Bomberos en el Asilo de Ubrique. CPBC

Fran M. Galbarro

Esta semana se cumple un mes desde que se confirmó el primer caso de coronavirus en el asilo Nuestra Señora de los Remedios, en Ubrique. Un brote que ya está controlado gracias a la medicalización del centro por parte de la Junta y a la donación de profesionales por parte de la Fundación López Mariscal, pero cuyo balance es demoledor: han muerto 17 personas.

La cifra es fruto del recuento realizado por medios y familiares, ya que la Fundación que dirige la residencia no ha trasladado datos , ni siquiera de cuántos casos positivos se han detectado tras la realización de test. Precisamente ese «oscurantismo» de la Fundación que dirige este centro concertado ha sido el principal objeto de críticas por parte de los cuatro familiares contactados que, a través de este reportaje, reconstruyen lo ocurrido.

«El problema desde el primer día fue no reconocer lo que pasaba» , apunta José, que perdió a su abuelo en el edificio. «El párroco, presidente de la Fundación, dijo en la radio municipal que estaba controlado. Y ese mismo día hubo fallecimientos en la residencia. Si se hubiera reconocido que había positivos y muertes se habrían tomado medidas antes. Entraron en un bucle de no querer reconocerlo. Supongo que creían que lo iban a controlar ellos; como todos, no sabían lo que se les venía encima », recuerda.

«Creían que lo iban a controlar ellos y, como todos, no sabían lo que se les venía encima»

En los días posteriores a conocerse los primeros contagios se confirmaron dos muertes que la dirección del centro desligó del brote emergente. Los familiares de una de las fallecidas emitieron un comunicado para alertar que la anciana había muerto con síntomas de Covid-19 , como detallaba el certificado de defunción.

Las primeras horas fueron la clave, según apuntan los afectados. En esos momentos iniciales, la plantilla quedó «bajo mínimos», con 17 bajas en los primeros días, y los residentes fueron aislados en habitaciones «de dos en dos». Los familiares perdieron el contacto con los ancianos y apenas lograban información a través de las personas que «estaban dentro» y siempre «a escondidas». «Yo llamaba sin parar y, o no lo cogían, o me colgaban», explica Gregorio. Su tía, viuda y sin hijos, ha sobrevivido al brote con 86 años. Este ubriqueño sabe que dio positivo hace unos días y desde la medicalización del centro tiene información de su estado a diario.

Los bomberos en la entrada al asilo de Ubrique. CPBC

Unos días más tarde, la Fundación López Mariscal cedió 15 profesionales que dieron un respiro a la residencia. «No querían que trascendiera. Barrían para dentro y no pedían ayuda. Cuando supimos del primer caso lo dijimos: aquí se expande el virus. Siempre hubo falta de personal y ahora más todavía», dice la hija de una de las fallecidas, que prefiere no dar su nombre. Su madre tenía 74 años y «estaba perfectamente» la penúltima vez que habló con ella. Sus síntomas fueron a peor y los antibióticos resultaron insuficientes, por lo que fue trasladada al Hospital de Villamartín con dificultades respiratorias. Allí pudo hablar con ella por última vez por teléfono. A los tres días de su ingreso, la anciana falleció.

José Antonio incluso pidió que le dejaran sacar a su abuela, quien era casi como una madre para él. « Llegué a llamar a la Policía Local, pero me dijeron que no podían hacer nada en la residencia. Ha sido un abandono de las personas», dice.

Los familiares perdieron la comunicación con los residentes desde que se conoció el primer caso

Este ubriqueño pasaba casi a diario por el edificio y habló por última vez con su abuela tres días antes de que se iniciase el brote. «Le instalamos el Skype. Recuerdo que se liaba porque nos veía doble en la pantalla», rememora. Una semana después le avisaron de que su abuela tenía síntomas y apenas tres días más tarde le confirmaron la peor noticia. « Dijeron que había fallecido en su habitación y que por la noche tuvieron que ponerle oxígeno porque se asfixiaba», detalla.

Un día después, la Junta anunció su decisión de medicalizar el centro . Conforme avanzaron las semanas fueron trascendiendo nuevos fallecimientos, muchos de ellos sin confirmar como casos de Covid-19 ante la falta de pruebas. El conjunto de los ancianos no se sometió a los test hasta dos semanas después de confirmarse el primer caso. A día de hoy no se ha hecho público el número de positivos detectados.

Algunos familiares se plantean denunciar, pero el cansancio y la falta de pruebas no ayuda

Todos los familiares coinciden en que las actuaciones podrían haberse llevado a cabo con más celeridad si la dirección hubiera reconocido la gravedad del problema a tiempo. Las primeras jornadas, consideran, fueron claves. En esa primera semana varios de ellos perdieron a sus abuelos. «Los refuerzos llegaron porque nosotros insistimos a través de los medios. Hemos estado solos desde el principio », valora José.

Aunque se lo han ofrecido, sólo alguno se plantea denunciar; la mayoría ha desistido por cansancio o por la falta de garantía al no tener un diagnóstico que confirmase el positivo en Covid-19 . «En ningún momento aquí se habló de coronavirus porque eran residentes que, antes de saltar la alarma, podía llegar (su muerte) de un momento a otro», argumentó una portavoz del centro de Cope Ubrique ante las primeras muertes, cuyo certificado de defunción plasmaba un «posible Covid-19» sin confirmar.

«Siempre hemos sido los malos porque decían que poníamos piedras en el camino, pero sabíamos que había que pedir ayuda. Aquello era un caos por lo que decían quienes estaban dentro» , apunta una de las familiares. «Mi mayor dolor es que la situación no era la de Madrid. Mi abuela merecía una forma diferente de morir, en un hospital. Es indigno e inhumano. Y no había necesidad», concluye José Antonio, visiblemente afectado.

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