Sin testículos para Daoíz

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El Gobierno ha decidido dejar a Daoíz sin testículos. Lo hacen por su bien, para que no sufra más daños después de permanecer más de un siglo a la intemperie, oteando lo que pasa por la carrera de San Jerónimo. Solo se ha bajado una vez de su privilegiado puesto, en 1985, y fue para ponerlo bonito. Porque Daoíz y su hermano Velarde vigilan que el exterior del Congreso de los Diputados esté tranquilo. Del interior, no quieren saber nada y no tienen competencias. Los dos leones estaban ahí tan tranquilos hasta que hace dos años Canal Historia descubrió que Daoíz no tenía testículos. El motivo es un misterio, aunque se barajan varias posibilidades para esta importante ausencia.

Una de las opciones es que, simplemente, se les olvidó a los operarios de la Real Fábrica de Artillería de Sevilla. Daoíz y Velarde, nombres de dos héroes del 2 de mayo de 1808, fueron creados gracias a los cañones capturados por el Ejército español en la batalla de Wad-Ras (1860) durante una de las guerras africanas. Las armas se entregaron cinco años después a Ponciano Ponzano, escultor de moda de la época y autor del frontispicio de la cámara baja, para que hiciera los leones. Era la segunda vez que se encargaba el proyecto al escultor zaragozano. La primera vez fue en 1851, pero las malas condiciones climáticas hicieron estragos en los bichos. Hubo que cambiarlos y el segundo proyecto fue a José Bellver y Collazos. Pero fue tal desastre su creación -parecían perros- que se rechazaron. Así, el proyecto volvió a Ponzano, que tenía ya lista la parejita en 1865. Después de un debate sobre el material belicista con el que estaban fabricados, en 1872 -sí, siete años después- se colocaron en las peanas actuales. Y hasta ahora.

La segunda teoría a la ausencia del saco escrotal es que Daoíz y Velarde son, en realidad, Atalanta e Hipómenes, los leones que tiran del carro de Cibeles en la cercana plaza. Y como el león es leona, no hay nada más que poner. Sea cual sea la explicación, el caso es que el Ejecutivo ha dicho nones a la posibilidad de modificar las esculturas porque podría causar «efectos dañinos» a la escultura original. Así lo asegura en una respuesta por escrito a la Comisión de Peticiones del Congreso tras el requerimiento del canal televisivo, que se ofrecía a pagar la operación. Pero el Ejecutivo ha rechazado, muy amablemente, esta posibilidad porque los criterios actuales de conservación aconsejan que no se toque nada. «Esto es especialmente grave en el caso de las esculturas metálicas, ya que la diversa composición de las partes puede ocasionar el efecto de pila galvánica, con el consiguiente deterioro por corrosión», argumenta el Ejecutivo que, por cierto, se decanta por el olvido para justificar la falta de testículos.