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«La verdad es una conquista colectiva»

"La novela nos ayuda a comprender el sinsentido de la historia", asegura Andrés Trapiello | El escritor leonés indaga con 'Ayer no más' en las claves del perdón, el olvido y la memoria

MADRID Actualizado: Guardar
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"El perdón debe ofrecerse antes que exigirse". Lo dice Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, 1953), que publica 'Ayer no más' (Destino), ficción que reflexiona sobre la memoria, el olvido y el perdón. ¿Qué debemos olvidar y cómo debemos recordar? son las pertinentes preguntas que se plantea esta novela que trata de demostrar que "la verdad es una conquista colectiva", que la memoria "es individual" y que "sin olvido no es posible la paz".

"No es una novela sobre la guerra sino que tiene la guerra civil como fondo" advierte Trapiello, quizá el mejor conocedor de la literatura que generó la contienda, y que fabula "sobre la memoria y el olvido, sobre la reconciliación, el amor y la relaciones de padre hijo cuando las mediatiza el autoritarismo y el desacuerdo ideológico".

Parte de un hecho real. Un falangista pide perdón al hijo de un republicano asesinado que lo reconoce como ejecutor de su padre. Enseguida se arrepiente. Tiene 86 años, es alguien reconocido y con mucha reputación en León, su ciudad, y no está dispuesto a que su desliz, la blandenguería del perdón, desmorone su pasado y haga caer el andamio de la historia de su vida. Su hijo, además, antiguo militante comunista, historiador y defensor de la apertura de las fosas de la vergüenza y el rescate de los cadáveres que siguen en las cunetas, ha presenciado la escena.

"La memoria es paradójica. La histórica es utópica, porque la memoria es siempre individual" planeta Trapiello. "No recuerdan los pueblos, ni las épocas, ni las naciones; recuerdan las personas. En la operación del recuerdo global se producen ocultaciones, falsedades y alteraciones para presentar la historia como lo que no es, como una ficción que se desarrolla hacia una utopía, un paraíso" argumenta.

La verdad aparece así como "una conquista colectiva". Eso lo que sostiene el hijo de falangista "un historiador dialogante que pacta, que comprende que no hay realidades absolutas, que la verdad se conquista entre muchas personas". "Desconfía de las primeras versiones pero no quiere dar la última palabra. Sabe que casi todos mienten. Que no es posible vivir con la verdad; que se nos haría insoportable y por eso la ocultamos y la transformamos, como hace su padre", explica Trapiello. "Hay que cultivar la memoria. El olvido crece solo. Hay gente que cultiva el recuerdo, pero no como base de celebración y de honrar el pasado. Si es la base del resentimiento es un horror". "Hay que dejar que el olvido haga su trabajo. No podemos estar eternamente agraviados" propone.

Pasar página

Ahora bien, el camino hacia la verdad y la justicia pasa por el perdón junto al recuerdo. "Sabemos que sin olvido no es posible la paz pero ¿Quién decide qué hemos de recordar y cuándo hemos de pasar páginas?" se pregunta Trapiello. "No tengo respuesta ni la tiene nadie" admite el escritor, que acepta la tabla rasa que se hizo en la Transición "cuando los demócratas españoles acordaron, de manera tácita, que no era el momento de las responsabilidades políticas sobre los crímenes de la guerra y el franquismo".

"Se ha demostrado que fue la decisión correcta, la que permitió 35 años después abrir las fosas que no se abrieron entonces de manera menos traumática" sostiene hoy Trapiello. Los cadáveres que siguen en las cunetas son quizá la última herida de la guerra ¿Cuando se cerrará? "Contribuiremos a una sociedad más sana, democrática y tolerante si conseguimos cerrarlas nosotros antes de que las cierre el tiempo", dice el escritor. "Esas heridas a veces cierran mal y se fosilizan. Queda gente en las cunetas y mientras haya personas con memoria de ese agravio y esa falta de justicia debe ser atendida".

Asegura Trapiello que la novela permite aproximarse a la verdad "de modo más eficaz que la propia historia", dado que la historia es lo general y la novela es lo particular. "La novela, paradójicamente, despoja a la historia de su componentes poéticos y de ficción, de esa filosofía de la historia desemboca siempre en el totalitarismo. La historia se embellece y se poetiza, se ficcionaliza con un fin, y esa historia épica que justifica todo es la del padre", explica el narrador. "Mediante la ficción de una novela ayudamos a desposeer de ficción a la historia, de modo que el orden y el sentido de la novela nos ayuda a comprende el sinsentido de la historia".

El perdón, según Trapiello, debe ser ofrecido, y si no se obtiene, reclamado. "Hay que ofrecerlo siempre; darlo antes que exigirlo". "Hay que tener la nobleza de saber cuándo hemos hecho mal y pedir perdón sin que nos lo pidan, si es posible. Si no se obtiene por las buenas hay que exigirlo, como hay que exigírselo a ETA si no está pro la labor de ofrecerlo" dice el autor de 'Las armas y las letras". Esto vale, según Trapiello, "para la guerra civil, para el país vasco, para los balcanes, Argentina o Ruanda".

En el caso de la nuestra incivil contienda "las víctimas son de todos, no del franquismo ni de la República, que las hay". "A todos los inocentes -propone Trapiello- deberíamos hacerlos nuestros y dejar solos a los criminales de ambos bandos".

Los protagonistas de la novela, el padre falangista y el hijo excomunista "no están a la mis distancia de la verdad. "No es lo mismo una víctima que un asesino. Piensan diferente, aunque ambos cree que tienen razón la diferencia radica en que al padre le pesa el perdón y da marcha atrás". Es víctima de su filosofía de la historia. Si perdona todo lo que se ha montado en la cabeza se derrumba". Al padre "si le importa dejar de ser lo que fue y al hijo no le importa dejar de ser comunista, ha dejado las convicciones totalitaristas que siguen en la memoria del padre".

"Una novela como esta se puede leer igual en todo el mundo. Trata de asuntos universales aunque lo haga fijándose en el laboratorio de nuestra guerra, un campo de cultivo, y una ciudad pequeña como León, donde doto tiene un matiz mayor", concluye.