'Catheryne Caney, duquesa de Nottingham' de Robert Peake. / RC
ARTE | EXPOSICIONES

La fundación March descubre las joyas de 'La isla del tesoro'

Recorre cinco siglos del mejor arte británico a través de 180 obras, desde la primitiva escultura religiosa a la eclosión del pop en la era Thatcher

MADRID Actualizado: Guardar
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Fiel a su sostenida apuesta por la excelencia, la Fundación March vuelve a poner el listón muy alto y es capaz de concentrar lo mejor de cinco siglos de arte británico en 500 metros cuadrados. Bajo el elocuente título de 'La isla del tesoro' ofrece un viaje por el arte británico 'de Holbein a Hockney', atravesando cinco centurias de creación mediante piezas magistrales cedidas por 80 de las mejores colecciones e instituciones del Reino Unido, desde la primitiva escultura religiosa a la explosión del pop en al era Thatcher.

Es un rico y potente concentrado que admite pintura, escultura y grabado de grandes creadores junto a libros, revistas y fotografías. Su reunión ha sido posible gracias al trabajo del comisario invitado, Richard Humphreys, antiguo conservador de la Tate Gallery y que ha trabajado "como un pirata al que han pedido que se hiciera con los mejores tesoros de su propio país". Un 'bucanero ilustrado' que ha trabajado codo con codo junto a Manuel Fontán, también comisario de esta atractiva muestra y director de exposiciones de la March.

Reúne 180 piezas realizadas entre los siglos XV y XX firmadas por más de un centenar de artistas y otras de antiguos maestros anónimos. Hay piezas espectaculares que hubieran merecido por sí mismas atención más que pormenorizada, como el retrato de sir Edward Turner de Thomas Gainsborough, dos autorretratos de Francis Bacon, un desnudo femenino de Luicien Freud, o una de las famosas piscinas que David Hockney pintó durante su estancia en California en la década de los ochenta del siglo pasado.

La muestra se apropia del título de la universal novela de Robert Louis Stevenson para poner en valor el acervo artístico del Reino Unido, un gigantesco, variado e impagable tesoro que, según, sostienen los comisarios, «permanece todavía medio oculto y está por descubrir, sobre todo por los europeos». «No habríamos abordado una propuesta semejante con el arte francés, cuya historia se conoce mucho mejor, pero se echaba en falta un relato abreviado del arte británico», resumió Javier Gomá, director de la Fundación. El criterio de los comisarios ha sido buscar las piezas menos conocidas, pero no por ello menos significativas, «para dar la oportunidad al público de contemplar las joyas menos accesibles en las grandes instituciones».

Se organiza en siete apartados que discurren por orden cronológico y que van desde tempranos ejemplos de escultura religiosa mutilados por los iconoclastas puritanos durante la Reforma, hasta las piezas pop de Blake o Hamilton, los ensayos conceptuales de Richard Long o instalación de Toni Cragg ('Gran Bretalña vista desde el Norte', de 1981), todo un emblema del resurgir del 'british art' de los ochenta, en esta ocssió a través de un collage trazado con desechos e la era posindustrial.

Los comisarios han optado por un montaje tan dinámico como didáctico que permite disfrutar de muchas de las raras joyas desperdigados por la británica isla del tesoro. Un relato que permite comprender la evolución del arte en un país insular, milenario y con mucha historia. Un reino que ha sufrido muchos avatares, de Enrique VIII a los Beatles, y que sólo en el último siglo y medio pasó de ser la gran potencia comercial y colonial del mundo a tener que reinventarse tras la demolición que supuso la Segunda Guerra Mundial.

Se trata de mostrar al espectador qué lugar ocupaba y que influencia ejercía el arte británico en cada uno de los periodos que recorren las siete secciones de la exposición, que se abre con 'Destrucción y Reforma' (1520-1620). Exhibe en su arranque piezas de Hans Holbein el joven, Marcus Gheeraerts, figura crucial de la pintura isabelina, o sorprendentes miniaturas de Nicholas Hilliard e Isaac Oliver.

'La revolución y el Barroco'

'La revolución y el Barroco' (1620-1720) repasa la pintura cortesana en los reinados de los Estuardo, con obras de Anthony van Dyck, Peter Lely, o Godfrey Kneller, junto a los paisajes y la pintura histórica de James Thornhill y Jan Siberechts.

'Sociedad y sátira' (1720-1800), confronta los aristocráticos retratos de Joshua Reynolds, Thomas Gainsborough y Thomas Lawrence, con la sátira social de James Gillray y Thomas Rowlandson. En 'Paisajes de la mente' (1760-1850) brilla el genio de John Constable, George Stubbs o Turner en sus bucólica escenas de naturaleza al lado de la pintura histórica y fantástica de James Barry, Joseph Wright o William Blake y obras de John Frederick Lewis, David Roberts y los prerrafaelitas John Everett Millais y William Holman Hunt.

'Realismo y reacción' (1850-1900) reúne pinturas de Dante Gabriel Rossetti, Edward Coley Burne-Jones o Frederic Leighton y esculturas de George Frederic Watts y Alfred Gilbert, mientras que 'Modernidad y tradición' (1900-1940) analiza la respuesta del arte británico al modernismo del arte europeo con un heteróclito grupo de obras de Walter Richard Sckert, Henry Lamb o Spencer Gore, Wyndham Lewis, Duncan Grant, David Bomberg, Edward Wadsworth, Paul Nash o Edward Burra, Henri Gaudier-Brzeska y Henry Moore.

La guinda y el cierre llegan con 'Un mundo feliz' (1945-1980) reflejo de la eclosión del arte británico tras la Segunda Guerra Mundial con obras de los grandes maestros de la segunda mitad del siglo XX, con óleos de Lucian Freud, R.B. Kitaj o Frank Auerbach, esculturas de Barbara Hepworth, Reg Butler o Anthony Caro. En este espacio final brillan los autorretratos de Francis Bacon y las pinturas L.S. Lowry, Richard Hamilton, David Hockney, Bridget Riley.