Severiano Ballesteros. / Foto: Archivo | Vídeo: Héctor Díaz
luto en el mundo del deporte

Seve se despidió uno a uno de sus familiares

El deportista permanecía desde el pasado jueves sedado y con cuidados paliativos, después de cerca de tres años de lucha contra un tumor cerebral

SANTANDER Actualizado: Guardar
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Los restos mortales de Severiano Ballesteros han sido trasladados desde la residencia del exgolfista cántabro en Pedreña al tanatorio donde serán incinerados. En una maniobra para despistar a la prensa agolpada a las puertas del domicilio de Ballesteros, se ha optado por trasladar el cadáver en una furgoneta blanca sin carteles que identificaran a la funeraria y por una puerta secundaria de la finca. Aún así, la prensa se ha percatado de que el traslado de los restos mortales de Severiano Ballesteros estaba teniendo lugar, puesto que, al poco tiempo de entrar la furgoneta en la propiedad del exgolfista, los familiaren empezaron a abandonar todos a la vez el lugar en sus respectivos coches.

A primera hora de la mañana, su hermano Baldonero Ballesteros le vistió ya sin vida con la misma camiseta blanca, el mismo jersey de color azul e idéntico pantalón, también azul, con el que Severiano afrontaba los domingos de campeonatos. Fue un ritual casi sagrado para Baldomero, el hermano mayor de la saga, el primogénito que abrazado a la emoción del momento vistió por última vez al campeón de golf. Baldomero desnudó el cuerpo ya sin vida de Seve con un mimo casi maternal, y lo vistió mientras enjugaba las lágrimas que caían por su rostro. "Se despidió de todos uno a uno. Nos agarraba las manos, nos susurraba al oído. Yo le dije muy de cerca: te quiero. Y Seve me respondió: yo también te quiero", relata Baldomero.

El mayor de la familia advirtió el sábado la muerte de su querido hermano. "Él supo que moría, y lo hizo con total entereza", asegura a Efe Baldomero. El primogénito pensó que "lo mejor" era vestirle con el atuendo con el que fue feliz, el mismo que le convirtió en un grande del golf, en una leyenda del deporte. "Se va algo más que un hermano o un hijo o un padre. Se va una gloria", relató hoy con la voz entrecortada por la congoja Baldomero Ballesteros . La tarde del último viernes en la tranquilidad de la casa de Severiano, en Pedreña, fue un aguijón envenenado que se clavaba en el alma de los Ballesteros . Allí, arremolinados sobre su cama de enfermo, sus más allegados familiares lloraban en silencio. "Le agarré las manos, las acaricié y pensé: ¡lo que han hecho estas manos en el mundo!", relata Baldomero.

El cabeza de familia, el mayor de la saga, le vistió con las ropas que utilizaba los domingos, sus domingos de gloria, de batalla deportiva, de triunfos y de sueños. "Pensé que era lo mejor. Todos asintieron después con la cabeza", añade. Desde todas las instancias del deporte nacional e internacional, desde todos los ámbitos políticos o institucionales se preguntan cómo honrar a Seve tras su muerte, cómo y cuándo acudir a Pedreña para darles el último adiós al genio del golf ya desaparecido. El propio Severiano dejó dicho cómo había de ser: en la más absoluta intimidad tanto en el velatorio que se instalará en su domicilio de Pedreña, como en la incineración de sus restos mortales y posterior entierro en el terreno circundante de su casa."Nos lo dejo dicho todo. Sólo un funeral, en la Iglesia de su pueblo, y nada más. El resto de cuestiones quedarán ceñidas al más íntimo ámbito familiar", comunicó la familia.

"No va con su personalidad. Seve es un chico de pueblo. Hemos pensado que era lo mejor. Sus exequias serán igual de sencillas que las de un vecino del pueblo. Como uno más. Él nació aquí y aquí se va a quedar", dijo el hermano mayor de Severiano. Seve será incinerado en un acto con la mayor intimidad posible y en un lugar del que nadie tendrá conocimiento. Este fue su deseo expreso. Sus cenizas permanecerán en su finca para siempre, en su casa de Pedreña. La familia de Severiano "está bien tratada". "Unos están más afectados y lo expresan, otros lo expresamos menos, pero todos estamos profundamente entristecidos", comentó Baldomero.

Será incinerado en la intimidad

Severiano Ballesteros, uno de los más grandes jugadores de golf de todos los tiempos, ha muerto a las 2.10 horas de esta madrugada en su casa de Pedreña (Cantabria) a los 54 años, tras haber luchado durante los últimos dos años y medio contra un tumor cerebral, según ha confirmado la familia del deportista a través de un comunicado en su página web oficial. El funeral se celebrará el próximo miércoles día 11 a partir de las 13.00 horas en la Iglesia Parroquial de San Pedro, de Pedreña (Cantabria), según informó la familia.

Por voluntad del propio Severiano Ballesteros, esta misma fuente informa de que el velatorio con los restos mortales del exgolfista se instalará en su domicilio de Pedreña, "pero en la más absoluta intimidad", indicaron. "Se instalará un velatorio al que solamente asistirán sus hermanos, hijos, primos, cuñadas y demás familiares más cercanos, por expreso deseo de Severiano", confirmó Ballesteros Sota, un portavoz de la familia. Asimismo, no se celebrará entierro de los restos mortales "por expreso deseo del propio Severiano".

"Seve será incinerado en un acto con la mayor intimidad posible y en un lugar del que nadie tendrá conocimiento. Este fue su deseo expreso. Sus cenizas permanecerán en su finca, en su casa de Pedreña", informó la familia Ballesteros. "Sus exequias serán igual de sencillas que las de un vecino del pueblo. Como uno más. Él nació aquí y aquí se va a quedar", dijo a EFE Baldomero Ballesteros, el hermano mayor de Severiano. Cantabria ha declarado tres días de luto oficial desde hoy y hasta el lunes, 9 de mayo, a las 24:00 horas, según ha informado el Ejecutivo regional en en comunicado, en el que lamenta la pérdida de Ballesteros y destaca el compromiso personal y profesional del golfista con su tierra natal. Durante esos tres días, se suspenden los actos institucionales en la comunidad autónoma y las banderas ondearán a media asta en todos los edificios del Gobierno, "como testimonio del dolor de Cantabria ante el fallecimiento de uno de sus Hijos Predilectos y uno de los mejores deportistas de todos los tiempos".

Reconocido en cualquier lugar del mundo

El deportista que revolucionó el golf, el que le insufló un soplo de aire fresco, el que lo popularizó en España. El jugador más elegante, el que inventó golpes, el que fue reconocido como un señor por sus contrincantes. El que combatía hasta el último minuto. El que sonreía de oreja a oreja –como el ‘caddie’ que llevaba dentro– cuando ganaba. El que mantuvo su carrera deportiva haciendo gala de pasión hasta que la espalda le retiró. Ese hombre se desafió a sí mismo esta semana durante largas horas para seguir viviendo, pero perdió la partida.

El único cántabro que ha sido reconocido durante décadas en cualquier lugar del mundo con sólo citar el diminutivo de su nombre, Seve, dejó de competir ayer, a los 54 años. Murió en su casa de Pedreña, arropado por sus hijos y su familia, tras haber peleado con uñas y dientes contra un tumor cerebral. Ahora Severiano Ballesteros entra en esa categoría de grandes que no se borran de la memoria de sus millones de admiradores de todo el mundo. Permanecerá gracias a alguna de las cientos de imágenes con la que los españoles se acostumbraron a ver como normales sus triunfos: siempre bronceado, con la visera bien calada, un palo en la mano, el cuerpo levemente girado a la derecha, el codo en alto, la mirada a lo lejos. De fondo había que intuir un color muy verde. Otros le fijarán al recuerdo con alguna de las otras decenas y decenas de fotos en las que se le retrató recogiendo un trofeo, un premio, un galardón, poniéndose una chaqueta verde. «Nunca me voy a rendir», había repetido hasta la saciedad desde que, en 2008, le descubrieron el tumor cerebral que, finalmente, ayer le venció.

A él, un ganador nato. El cáncer se lleva de Cantabria a uno de los más grandes deportistas españoles de todos los tiempos, aunque no los logros alcanzados a lo largo de casi 20 años de una carrera que si rayó en lo épico tiene que ver también con la historia de este país, que todavía recién salido del franquismo, vio triunfar sin complejos a uno de los suyos a finales de los años 70. Y era un chaval de pueblo, sin posibles, el que alcanzó la gloria en un deporte que hasta entonces parecía de ricos. Los que saben de golf dicen que hay un antes y un después de este hombre que acaba de irse, porque el de Pedreña llevó desparpajo y alegría a los estirados clubs de golf de medio mundo durante todos los 80. «Trajo la pasión y el riesgo», decía del cántabro ‘The Times’ al poco de su primera gesta –fue el ganador más joven del British Open, con 22 años– en el Reino Unido, cuna de este deporte. Allí, entre los padres del golf, salvó unos hoyos que pusieron las primeras letras para la leyenda, el mito.

Temporada a temporada, el golfista fue engordando su palmarés: más de un centenar de títulos en total, entre ellos cinco grandes (tres British Open y dos Masters), siete Ryders Cup (una de ellas como capitán), cinco campeonatos del mundo Match Play y dos copas del mundo por equipos. En alguna entrevista confesó que, si bien la suya era afición propicia a las individualidades, él tenía debilidad por las citas en que los hoyos y los puntos se disputaban por equipos.

Dolor en el mundo del golf

Severiano Ballesteros llegó a lo más alto en su profesión y nunca se olvidó de su tierra, a la que volvía por darse el placer de pedir en la barra de un bar una ración de rabas y darse un paseo por la orilla del mar en Somo. En esa que le despedirá con todos los honores falleció, rodeado de aquellos allegados (siempre estuvo muy vinculado a sus tres hermanos, Baldomero, Manuel y Vicente) que fueron el sostén en los más de dos años de enfermedad que tuvo que afrontar. La familia hizo público el viernes un comunicado en el que, entre líneas, se decía lo peor: que estaba mal, que había empeorado, que su estado era crítico. Los golfistas de España enmudecieron en Cataluña, donde disputaban el Open, un torneo que él ganó tres veces.

Hijo de ganadero y ama de casa, Seve pasó todas las estrecheces que uno pueda imaginar en su infancia, algo que él mismo relató en la autobiografía que publicó en 2008. Y es que Severiano Ballesteros vivió al menos tres vidas: la primera fue la historia del hombre hecho a sí mismo, partiendo de unos primeros años realmente humildes. Se vio obligado a trabajar mucho, desde crío, para hacerse un hueco en el mundo del golf: incluso entrenaba por las noches, a escondidas en el campo de golf de Pedreña y, si pudo acceder a los grandes circuitos fue por la ayuda de un médico que le prestó ayuda económica para empezar a viajar. Baldomero y Carmen –sus padres– fueron en todo momento un pilar fundamental para él, al igual que, con el paso de los años, lo serían sus tres hijos, Javier, Miguel y Carmen, que hoy tienen 20, 18 y 16 años, respectivamente.

La segunda fue la historia del hombre público, en la cumbre del éxito, llenando portadas de periódicos, siendo protagonista de los más grandes campeonatos, entrando en una de las familias más poderosas de España por su matrimonio con Carmen Botín, hija del presidente del Banco Santander a la que había conocido, callado está dicho, en un campo de golf. Fue el momento de hacerse empresario (su compañía ha diseñado y asesorado a un buen número de campos). Fue la época de los premios, uno tras otro, en un listado interminable, en todos los países. Tuvo la fortuna de que su país se rindió a su maestría y en 1989 recibió el premio Príncipe de Asturias del Deporte, que le reconocía como número uno de este deporte.

La tercera fue la historia del hombre que tuvo que luchar por sí mismo, por seguir en pie. Esta parte de su vida cercana al epílogo, la más dolorosa, empezó cuando le detectaron, con 51 años, un tumor cerebral que le llevó en cuatro ocasiones al quirófano. El cáncer achicó visiblemente su fortaleza física, pero no le restó las ganas de lucha. Contestó a la enfermedad creando una fundación para la investigación del cáncer que era para él una gran ilusión y en la que se volcó durante los últimos meses de su existencia al tiempo que seguía una minuciosa rehabilitación física y psíquica. Estos dos años y medio finales cosechó como nunca antes el cariño de los suyos: se sucedieron los reconocimientos, los homenajes. Le llegaron miles de mensajes de ánimo. Se supo apoyado y contó en todas partes que el revés de un sufrimiento tan enorme como el que estaba enfrentando le había hecho mucho mejor persona.

Ya lo sería antes, porque si no, su muerte no hubiera hecho enmudecer a todos los amantes del golf cuando se supo que su respiración pendía de un hilo. Miguel Ángel Jiménez rompió a llorar ante unas cámaras de televisión cuando supo de su estado. Seve no sólo era un referente en Europa (en Gran Bretaña era un ídolo de masas), sino también en Estados Unidos, Australia o Japón. No sólo estaba en la lista de los mejores de la historia junto a otros pesos pesados como Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Sam Snead, Ben Hogan o, a día de hoy, Tiger Woods. Además, Ballesteros era enormemente querido, popular. Lo demuestra el que fuera elegido en 2010 como el más admirado por los aficionados de la Ryder Cup, el mayor espectáculo del golf, que enfrenta cada dos años a los mejores golfistas europeos con las estrellas americanas. Este torneo, en el que Seve fue un revulsivo a mediados de los 80 es, ahora mismo, el tercer acontecimiento deportivo más seguido del mundo, sólo superado por los Juegos Olímpicos y los Mundiales de Futbol.

Dicen que sólo se llega a ser un gran jugador de golf si se practica, se practica, se practica... y se vuelve a practicar. Claro que hay que tener aptitudes físicas y actitud mental. Y ser muy observador –saber qué viento sopla y hacia dónde, si la hierba está a la altura adecuada, si está seca o húmeda, tener sentido de las distancias–. Hay que estar entrenado en el conocimiento del propio cuerpo para colocarlo bien y ser astuto para descifrar las caras de los rivales. Ballesteros reunía todas esas virtudes y, además, hacía gala de «toque, poder, saber, coraje y carisma», llegó a decir de él Lee Treviño –otro buen golfista de su generación– cuando el cántabro entró en el denominado ‘Salón de la Fama’ del golf.

En la despedida a un grande, los cronistas recordarán miles de detalles. Su arrojo en los campos, su valentía, su obsesión por firmar siempre la mejor tarjeta de los torneos. El mundo entero dirá adiós al deportista arriesgado y laureado. Los cántabros, también. Pero los cántabros esta vez, despiden a un hombre que puso el nombre de Pedreña en los mapas. Despiden, con enorme orgullo, a uno de los suyos.