El empresario español, Amancio Ortega. / Efe
15 españoles en la lista forbes

Los hombres de oro

Hay más millonarios que nunca. El mexicano Carlos Slim es el más rico y Amancio Ortega es ya la séptima fortuna del mundo

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La paradoja no puede por menos ser inquietante: el mundo atraviesa la peor crisis desde la Gran Depresión, pero tiene más multimillonarios que nunca. Para ser exactos, 1.210, según publica hoy la última actualización de la Biblia Forbes. Casi doscientos más que el año pasado. La conclusión es abrumadora: Mientras los mortales de a pie se aprietan el cinturón hasta agujeros inexistentes, las fortunas de los ricos florecen entre la miseria ajena, incluyendo la de los ricos españoles, que no la de todos los españoles.

El hombre más rico del mundo es, por segundo año consecutivo, un mexicano, Carlos Slim, que gracias a la fortaleza del peso y la bonanza de la Bolsa mexicana tiene 20.000 millones de dólares más que el año pasado. Slim ha dejado muy atrás a Bill Gates, que durante muchos años reinase a la cabeza de esa lista, pero es que el fundador de Microsoft ha donado 30.000 millones de dólares a causas altruistas como acabar con la malaria y la polio en el mundo, y aunque sus acciones sigan subiendo él se dedica a convencer a otros millonarios para que sigan su ejemplo. Como Warren Buffett, el tercero de la lista, que a diferencia de Steve Forbes hace campaña para que le suban los impuestos a otros ricos como él. Su prueba del algodón es infalible: demostró que paga menos impuestos, porcentualmente, que su secretaria, y retó a los primeros cien de esta lista en EE UU a que demostrasen lo contrario, sin que nadie le recogiera el guante.

Por eso estremece que en un país como México, donde la mitad de la población vive en la pobreza según el Banco Mundial, haya 11 personas cuyas fortunas pasan de los mil millones de dólares. O Brasil, que con un 54% de pobres, tiene más multimillonarios que Canadá. Con sus 12 nuevos ricos el país de la samba se corona como el más prolífero del continente y le coge el paso a EE UU, que pese a ser la cuna mundial de los millonarios solo añade a su lista una decena de nuevos nombres, la mayoría muy jóvenes, procedentes de las llamadas redes sociales.

A Forbes, que le lleva los números al mundo en esto de contar millones, no le hace ni pizca de gracia «el estancamiento» de su país «que está perdiendo el tirón», protestó ayer. Moscú ha desplazado a Nueva York como la capital mundial de los grandes ricos (79 frente a 58) y China, acuñada por Forbes como «la fábrica de los multimillonarios», tiene el liderazgo mundial de nuevos ricos con 54 miembros adicionales al exclusivo club, sin contar los 12 de Hong Kong. «Casi la mitad de los nuevos nombres de este año son de la zona Asia-Pacífico», observa la revista. Por eso cuando se le pide una receta para hacerse rico, la directora del estudio Luisa Kroll no lo duda: «Será más fácil si vives en Shangai, tienes 22 años y hablas mandarín», advierte.

La liga española

Nuestro país no se queda corto con el boom de los multimillonarios. Dos más que el año pasado, y todos los que ya estaban han aumentado sus fortunas, incluso el emblemático Emilio Botín, presidente del Banco de Santander, que sin embargo ha caído 251 puestos en la liga de los más prósperos, no porque él gane menos sino porque los demás ganan muchísimo más. De hecho, su fortuna personal está valorada en 200 millones de dólares más que el año pasado.

En la revista Forbes sus acaudalados fundadores han imprimido su amor por el libre mercado y la filosofía de que cuanto mejor le vaya a los ricos, mejor nos irá al resto de la sociedad. Por eso Kroll insiste en que «lo que debes querer es que les vaya bien a tus empresarios para que generen más empleo y sean más generosos», subraya. «Puedes sentir resentimiento y pensar que te gustaría tener más, pero tienes que desear que les vaya bien a tus ricos». Confrontada con el ejemplo español, en el que la prosperidad de los ricos no se ha traducido en mayor empleo ni en mejores condiciones, Kroll cree que en España tenemos que relativizar la relevancia de nuestros ricos. «Hay que ponerlo en perspectiva, porque no tenéis tantos multimillonarios y resulta una excepción el que esta gente haya sido capaz de tener tanto éxito en los negocios cuando los tiempos son tan duros. Además, la mayor parte de esas empresas españolas cotizan en bolsa, son fortunas públicas, no es como si se hubiera inflado su valor inmobiliario. Hay algunas empresas de minoristas que venden en otros mercados y que por tanto no están necesariamente atadas a la economía española».

Se refiere, por ejemplo, al millonario gallego Amancio Ortega, que aunque en enero pasado dejase la presidencia de Inditex sus Zara siguen marcando estilo en la Quinta Avenida mientras él descansa en Florida. Ortega ha subido este año tres puestos en la lista y ahora, en el séptimo puesto mundial, es ya el segundo hombre más rico de Europa, después del francés Bernard Arnault. Si éste apela al lujo global con firmas como Hermès o Dior, los españoles han triunfado con la clase media. Por eso el presidente de Mango, Isak Andic, es el siguiente español en la lista, aunque sea 152 puestos más abajo que el gallego de Zara, Massimo Dutti, Oysho o Stradivarius, entre otras.

España ha pasado de tener 13 ciudadanos que poseen más de mil millones de dólares a 15 este año. De entre las adiciones una es un viejo conocido de la Forbes, Gabriel Escarrer, presidente de la cadena Sol Meliá y propietario del 60% de la misma, que vuelve directamente al competido puesto 879, muy disputado por todos aquellos que tienen 1.400 millones de dólares (equivalente a mil millones de euros). Ahí se encuentra con Enrique Bañuelos, el valenciano que fundó Astroc y Agre, que ha sabido aprovechar el despegue brasileño para sus inversiones inmobiliarias.

El otro recién llegado también es un viejo conocido para los ciudadanos de a pie, porque si bien no todos conocen el nombre de Juan Roig, seguro que han comprado alguna vez en Mercadona, la cadena de supermercados que le ha llevado al puesto 393 de Forbes. No en vano la ONU denunció el mes pasado un nuevo récord del precio de los alimentos. Parece que la fortuna de unos es inevitablemente la desventaja de otros, por mucho que Forbes quiera que confiemos nuestra salvación de la crisis en el boom de los ricos.