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El Madrid suma pero no convence

Diego Alves fue la figura de un choque descosido en el que los de Lillo también desperdiciaron sus ocasiones

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Como dijo Guardiola, este Madrid tiene hambre de títulos, grandes individualidades y está dispuesto a pelear la Liga hasta el final. Arrojar la toalla es un gesto prohibido en su libro de estilo. Sin hacer un gran fútbol, jugando casi siempre en el alambre, sin elaboración en el medio, con enormes despistes atrás pero con el gol entre ceja y ceja, superó a un Almería muy blando y osado que no encajó media docena de goles porque Diego Alves estuvo estratosférico.

Por prestigio, por orgullo y por si suena la flauta y resulta que al final el Barça pincha, al Madrid no le quedaba otra que salir como una moto en Almería . Lo hizo a rebufo de un Cristiano Ronaldo híper motivado, exagerado en todo. Por el recuerdo expulsión en el Bernabéu, tras propinar un puntapié a Juanma Ortiz, porque es de naturaleza ganador, y porque al bajarse del autobús tuvo un rifirrafe con quienes le insultaban e hirieron su sensibilidad, a flor de piel. Sus ganas son irreprochables y el golazo que firmó, con bicicleta incluida, fue un prodigio. Pero, una vez más, le sobraron gestos que irritan a los contrarios, a la afición y a sus propios compañeros. En cuanto marcó, se llevó la mano al oído dirigiéndose al respetable. Y tanto abrió los brazos cuando algún blanco fallaba que al final del primer tiempo Arbeloa se lo recriminó.

Diego Valdés, quien suena como suplente de Casillas para el Madrid, fue un muro ya en ese arranque frenético, preludio de un choque descosido, de áreas. Desvió con el pie un zapatazo de Van der Vaart, sacó una mano prodigiosa a tiro del holandés y también acertó en un golpe franco ejecutado por Cristiano. Lillo diseñó un planteamiento peculiar, con tres atrás y un centro del campo súper poblado, pero su Almería no presionaba y eso facilitaba las transiciones rápidas de los blancos. Pero ocurrió que los andaluces sobrevivieron a ese comienzo y acertaron a la primera. Como durante todo el partido, buscaron la espalda a Marcelo e hicieron pleno. Uche arrancó en fuera de juego y su pase lo remató Crusat sin oposición. Arbeloa vino a cerrar y ningún medio centro ayudó.

La reacción madridista

Al Madrid le entraron las dudas. Mostró ciertos signos de decaimiento. Incluso Cisma pudo ampliar la renta pero Casillas defendió muy bien su palo en un tiro libre. Saltaron enseguida las alarmas y Cristiano emergió como un resorte. ¡Vaya si lo hizo! Agarró un balón cerca del área, se metió entre tres, pedaleó fuerte y la cruzó con precisión.

Y no llegaron dos goles más en dos minutos de milagro. Por Diego Alves y porque Van der Vaart se encontró con el rechace del palo, tras tiro de Guti, y no tuvo tiempo de colocar el balón. El Almería sufría atrás pero también incordiaba arriba. Kalu Uche falló un gol clamoroso por frívolo. Crusat se la puso para empujarla a un metro de la portería y buscó lucirse de tacón con tal desatino que el balón le golpeó también en la otra pierna. Un error imperdonable.

El asedió blanco aumentó en la reanudación ante un Almería que jugaba con fuego. Defendía con poca gente y encima perdía el balón muy rápido. Marcelo apareció como un extremo puro y las ocasiones se sucedieron. Pero siempre aparecía alguna parte del cuerpo de Alves o un defensor que la sacaba bajo palos. Casillas se mesaba los cabellos ante tanta posibilidad desaprovechada. Cristiano se desesperaba hasta el punto de que sacaba un córner tan rápido que le regalaba el balón al portero brasileño. El gran disparo de Van der Vaart hizo justicia.

Si hubo incertidumbre hasta el final fue porque este Madrid es incapaz de administrar la ventaja a base de toque, de elegancia. Todo lo contrario que el Barça. Uche tuvo el empate pero Iker salvó el mano a mano. Y Guti rozó la expulsión por protestar tras ver la amarilla por ralentizar un cambio. Hubiera sido el colmo de un partido loco en el que Benzema sólo disputó los minutos de la basura. Tuvo una y la falló.