Armada Española

Un piloto de Harrier: «Desde allí arriba es todo precioso»

El teniente de navío Pedro López Montoya es uno de los pocos militares a los mandos del caza de la Armada

Un piloto de Harrier durante el ejercicio Flotex-21. Antonio Vázquez

Verónica Sánchez

Cuando los motores de los aviones Harrier rugen acaparan toda la atención de alrededor. Y no es para menos, son los primeros caza del mundo capaces de despegar y aterrizar verticalmente o en pistas cortas. Los Harrier AV-8B+ forman la Novena Escuadrilla , la única de caza y ataque de la Flotilla de Aeronaves de la Armada con base en Rota , que cuenta con más de 20 años de historia a sus espaldas y con más de 50.000 horas de vuelo.

Esta escuadrilla la forman 12 aviones y cinco de ellos se encuentran estos días en el buque anfibio multipropósito 'Juan Carlos I', participando en el ejercicio Flotex-21 , que tiene lugar en la provincia de Cádiz y en el que se desarrolla una situación ficticia, en la que hay que rescatar a unos cascos azules atrapados en la frontera entre dos países enemigos.

«En esta misión ficticia, los Harrier somos una herramienta que tiene el barco para dar seguridad, superioridad, capacidad ofensiva y de disuasión en caso de que hiciera falta . Y, además, dar apoyo en cuanto a inteligencia y otros factores que el resto de actores del buque pudiera necesitar», explica el teniente de navío Pedro López Montoya , uno de los pilotos de Harrier.

Delante de su avión, en el hangar del 'Juan Carlos I', detalla que al ejercicio no traen munición real, sino que «principalmente simulamos bombas de guiado que son las que en un escenario como el que se está planteando dan esa precisión y bajo daño colateral que haría falta».

Doble casa: Rota y el 'Juan Carlos I'

Cada vez que un caza despega de la cubierta del buque insignia de la Armada lo hace con una misión, que tiene «un planeamiento, una ejecución y un propósito. Y no solo con lo que te vas al vuelo es lo que traes. Nosotros venimos con imágenes, o con un blanco batido, en el caso concreto. Luego hay mucho trabajo después con esos productos que nosotros damos. Ver que la zona está estabilizada, que hay movimiento, que hemos podido o no batir el blanco. No es con la información que nos vamos sino la que traemos para poder seguir desarrollando el escenario». Para ello, el Harrier tiene una autonomía de una hora y cuarto, que se amplia otra hora más en el caso de ponerle tanques con combustible.

Como el teniente de navío López Montaña, todos los pilotos de ala fija de la Armada se forman en Estados Unidos . Allí realizan dos fases, una básica con avioneta y la segunda, en la que pasan a reactor. Después, de vuelta en España hacen la adaptación al modelo Harrier en un avión biplaza con el que cuenta la Armada, hasta que cuando cumplen las horas obligatorias de vuelo, tienen la 'suelta' ellos solos con su caza.

Traje anti gravedad, chaleco táctico y casco con máscara. Así suben al avión los pilotos de Harrier. Una vez en el cielo, «es precioso verlo todo desde ahí arriba», declara el teniente de navío. « Los pilotos tenemos un punto de vista privilegiado. Poder salir, ver toda la Flota debajo, tener la flexibilidad de operar en tierra pero volver a bordo. Lo que nos diferencia es la posibilidad de irnos al otro lado del océano Pacífico, por ejemplo, y poder tener una base (el buque) mientras operamos en zonas lejanas en las que no tenemos apoyo terrestre». «Tenemos una doble casa, en tierra es Rota y en la mar es el 'Juan Carlos I'».

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