El Puerto

Veinte primaveras sin el cine Macario

Manuel Valimaña, muy a su pesar, echó para siempre la baraja de la mítica sala portuense el 31 de marzo de 2002: la que más resistió de la provincia. Su padre, Antonio, la fundó en 1942

Javier Ruibal compuso el tema 'Cine Macario', incluido en su álbum 'Quédate conmigo', en 2013

El cine Macario se inauguró en 1942 como sala de verano

Manuel López Sampalo

Pocas noticias producen tanta nostalgia como el cierre de una sala de cine, desencadenante de una explosión de recuerdos para quienes se hicieron mayores entre sus butacas. Para muchos porteños, hablarles del Macario es abrirles las puertas de la añoranza, tocarles esa fibra desencadenante de lo que en Portugal llaman saudade.

«No sé si la culpa fue del videoclub, un corte de luz o un impago bancario» se pregunta Javier Ruibal en su canción homónima (2013) dedicada al mítico cine Macario de El Puerto de Santa María ; pero «el caso es que un día pasé por allí, un visto y no visto, y no estaba el Macario».

Del cierre de esta popularísima sala de cine ‒ la última tradicional que resistió en la provincia ‒ se cumplen esta primavera veinte años. Concretamente, un 31 de marzo de 2002 echó la baraja el Macario, sito en la esquina de calle Luna con Misericordia : donde hoy está la discoteca Mucho Teatro . Y qué mejor para sacar de dudas al cantautor portuense que preguntarle al que fue su gerente, Manuel Valimaña, hijo del fundador Antonio Valimaña.

‘Manolo el del Macario’ , como es conocido por sus vecinos, cuenta que «el palo gordo para el cine» fue la aparición de las cintas de vídeo: «sobre todo el pirateo». Evidentemente, también la llegada de las grandes compañías con los multicines hizo mucho por acabar con la sala de cine clásica. De hecho, Manolo estuvo como gerente también de los multicines El Paseo , con el respaldo de una compañía sevillana, que a su vez se hizo cargo del cine Macario.

No recuerda la última película que emitieron, «porque de los malos momentos afortunadamente no tengo mucha memoria», comenta. Sí tiene en mente la fecha de cierre, ya que apuraron hasta final del trimestre para no tener que cargar con la siguiente cuota de un negocio que ya era deficitario. Afirma no sentir nostalgia al pasar por allí, ya que, en definitiva, acude casi a diario a su despacho que está sobre la hoy sala de fiestas.

Sí tiene una espinita clavada con los Multicines Avenida , proyecto personal, de los que habla como un hijo que no salió adelante. Cuatro años estuvieron abiertas las dos salas situadas en la Avenida de Andalucía de El Puerto y donde asegura Manolo que «iban cuatro gatos». Incluso una de las dos salas se especializó en cine X, «pero ni por esas». «Me costó por lo menos un año volver a pasar por allí», comenta todavía ligeramente afectado.

Precisamente, el recién pasado 4 de junio, nos informa Manolo: «se cumplieron cuarenta años de su inauguración». Cuando cerraron, en 1986, les sucedió una sala de bingo . Javier Ruibal, en su letra al Macario, canta que «tras la cristalera de un nuevo negocio, se oía un jolgorio y gritar de lo lindo: unas jubiladas sentadas en corro, ganaban el bote y cantaban un ¡bingo!».

¿Un desliz del autor de ‘Isla Mujeres’ al confundir un cine con otro? «No», responde rotundo el periodista portuense Jorge Decarlini : «Las canciones son ficciones y el autor es el único dueño de su contenido». «Quizás Ruibal se valiera de una trampita de escritor, un recurso imperceptible fuera de El Puerto».

Mas vayamos a los orígenes del Macario. Fue fundado en 1942 por Antonio Valimaña junto a su cuñado y primo Aniceto Lavilla como un cine de verano ‒ en 1978 lo techarían y adaptarían como sala de invierno ‒. Con el tiempo sus hijos Fosco, Macario y, sobre todo, Manolo se harían con las riendas de la sala cinematográfica. Este último, que empezó como taquillero y acabó de gerente, nos cuenta que «es de los poquitos que tenía el carnet de operador de cine », que se lo sacó en Sevilla y que pedían una cantidad ingente de requisitos, «¡hasta la adhesión al movimiento!».

De la censura del régimen , Manolo recuerda que los rollos de las películas «ya venían cortados» en las escenas «donde se enseñaba una teta», por ejemplo. Existían, con el ministerio de Propaganda de Manuel Fraga, «las hojas de censura y, posteriormente, las de calificación» en las que se indicaba «si una película era para mayores de 16, de 18 o para todos los públicos».

A la burla de estas prohibiciones dedica Ruibal unos versos de su tema: «Murió la censura y en un santiamén, mi alma perdieron pa’ siempre los curas. Contigo, en secreto, mi cuerpo le daba un corte de manga a la dictadura» , en relación a muchas parejas jóvenes que pelaban la pava en la oscuridad de la sala de cine: «sí, sobre todo en las últimas filas», puntualiza Manolo. El propio Ruibal dijo que «en aquellos cines ganábamos libertad teniendo al alcance y tocando la piel de otra persona, mientras en la pantalla estaban matando romanos a quien sea o bombardeando Hiroshima».

De la actual censura , procedente de la cultura de lo ‘woke’ y la corrección política, dice no estar al tanto, porque él ya no va el cine, «no es por nostalgia ni nada; a mí me interesan las películas del Oeste: en 13tv las ponen mucho». Asegura que tampoco tiene Netflix ni ninguna otra plataforma, y se ríe cuando es informado de las cuotas de minorías étnicas metidas con calzador en series y películas.

Pero volviendo al cine clásico, o no tanto…, recuerda el taquillazo de E.T. (1982). Tanto en el Macario como en el Avenida «tuvimos unas recaudaciones sin precedentes». Preguntado por su vida ante un cinematógrafo, Manolo se remite a la película Cinema Paradiso (1988), con cuyo protagonista, Salvatore, se siente totalmente identificado: «es mi historia, la de amor por el cine».

Y al hilo de los amores, en Puerto Real la familia Valimaña regentaban los cines Pastor y el Teatro Principal . En este último, trabajando allí Manolo, conoció a la que sería su esposa, Consuelo Álvarez , ya que ella solía acudir como espectadora al recinto. Tuvieron dos hijos y «y ninguno me ha salido aficionado al cine», comenta Manolo. El pequeño de los dos, Antonio Valimaña Álvarez , como curiosidad, es compañero de Deportes en La Voz de Cádiz.

En 1954, el Macario sufrió un incendio ‒que pudo ser sofocado sin grandes pérdidas‒ del que existe testimonio gráfico. Valimaña, que tenía cuatro años, apenas recuerda, más que por lo que le han contado, «pero en casa no se hablaba del tema».

Mas la entrañable sala Macario no solo vivía del cine; allí acogían los espectáculos de las denominadas compañías . Así cantaron allí, entre otros artistas, Juanito Valderrama, Lola Flores, El Dúo Dinámico , etcétera. «También actuaban agrupaciones de carnaval», apunta Manolo. Pero desde que dejó de ser cine de verano «sólo tuvimos siete u ocho actuaciones bajo techo», y es que no salía rentable, ya que «el aforo bajó a 500 entradas».

En su tema, Javier Ruibal se refiere al Macario, «porque era usuario y estaba en mi calle», pero en su letra «lo local se convierte en global». «Cuando hablo del Macario, también me estoy refiriendo a los cines Brunete y Caleta en Cádiz y al Florida en Jerez.» No en vano, se acompaña de un artista de la Tacita, David Palomar y tres jerezanos, Tomasito, Juan Diego Mateos y Diego Carrasco para interpretar esta bulería alegre y nostálgica que en su estribillo dice así: «De lunes a viernes valía la pena vivir un calvario, si el sábado daban una peli buena en el Cine Macario. Y menos duquelas, y menos mal fario, y más pelis buenas en el Cine Macario».

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