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Dignidad

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El sacrificio está unido a la vida. Griegos, romanos, bosquimanos, celtas, cretenses, aztecas, aborígenes, vikingos, todas las culturas han practicado sacrificios humanos, todas las religiones tienen la sangre como culto. Abraham y su hijo Isaac, Jefté y su hija, Agamenón y su bella hija Ifigenia.

Detrás del sacrificio humano está el interés por una buena fortuna, el apaciguamiento de la ira de los dioses, la contención de los desastres de la madre naturaleza, el mantenimiento de relaciones con otros mundos.

Todos los ritos religiosos apelan al sacrificio como entrega de nuestro bien más preciado, la misma vida. La persona sacrificada siempre debía ser joven, y casi siempre mujer, con lo que la ofrenda alcanzaba su máximo valor.

Ahora no existen rituales. Los altares han desaparecidos, las pirámides y esfinges son lugares de visita, los cenotes son excavaciones arqueológicas, ya no se empuñan cuchillos dispuestos a convertirse en arma certera, pero la inmolación sigue estando de actualidad. Hoy se sacrifican valores. Sin ir más lejos la dignidad, el futuro y la esperanza de nuestro jóvenes.

Me lo cuentan y no doy crédito. «Una chica recién licenciada acude con ilusión a su primera entrevista de trabajo. Siguiendo los consejos de su madre, se viste elegante pero sin estridencias. Unas personas circunspectas la reciben en un despacho recién estrenado y proceden con el ritual interrogatorio. Formación, experiencia laboral, aficiones, motivos que la llevan a aspirar a ese contrato. Siguiendo un guion establecido, van tomando anotaciones. Concluido el cuestionario, le explican en qué va a consistir su labor, caso de aceptar el contrato. Sólo existe una dificultad sin importancia. Por ahora no va a cobrar. Posiblemente dentro de unos meses, y si la coyuntura económica mejora, podrá recibir su salario. No llega a mil euros, pero la ilusión por poner en prácticas sus conocimientos la ponen en el camino de la aceptación. Esperanzada, y sabiendo que en casa tiene techo, comida y algún que otro capricho, acepta trabajar a crédito. El problema surge cuando le hablan del horario. Disponible las veinticuatro horas del día y siete días a la semana. Los descansos reglamentarios son privilegios de otra época. Decepcionada, nuestra joven decide, muy a su pesar, no aceptar ese contrato de esclavitud».

Trabajar gratis es el nuevo sacrificio que se les pide a nuestros jóvenes, si no aceptan las condiciones de explotación pueden ser despedidos sin miramientos.

La dignidad, el amor propio y la autoestima son valores que enaltecen a la persona. Si se pierden quedamos a merced del libre mercado.

No consintamos perder la dignidad. Sin ella seremos una simple mercancía que cotiza a la baja.