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Cumbres ni ni

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Existe un personaje de la literatura rusa, cuyo autor es Goncharov, llamado Oblomov. Enrique Vila Matas, en su libro «Aire de Dylan» lo describe como «un joven desvalido pero aristócrata, incapaz de hacer nada con su vida. Duerme muchas horas, lee de vez en cuando, bosteza sin parar. Encogerse de hombros es su gesto favorito. Es de esa clase de personas que tienen la costumbre de reposar antes de fatigarse. Estar tumbado, cuanto más tiempo mejor. Parece ser su única aspiración, su modesta rebeldía. Es la indiferencia al mundo por excelencia».

En nuestros días sería el tipo joven de la generación NI NI. Ni estudia ni trabaja. Con un desencanto y una desilusión que les sobrepasa cualquier atisbo de esperanza. En un lugar y un tiempo en el que es difícil espolearlos hacia alguna meta razonable. Con una desmotivación de la que no son merecedores.

Pues así y todo son criticados con argumentos como su tenaz comodidad o su falta de compromiso, sobre todo por los dirigentes políticos apoltronados, con las espaladas y la cartera bien cubierta. Los mismos que participan de organismo e instituciones internacionales creadas para garantizar los derechos fundamentales en esta cutre Aldea Global.

La Organización Internacional del Trabajo garantiza en su Convenio 182, ratificados por todos los países, que la edad mínima para acceder a un trabajo de condiciones livianas es de 15 años, y que el trabajo peligroso no se puede realizar con menos de 18 años. Aún así, actualmente existen más de veinte millones de niños menores de 12 años trabajando en condiciones de auténtica explotación.

Las Cumbres de los G, G20 y G8, creadas para que los países más poderosos configuren políticas económicas y de desarrollo acordes con la sostenibilidad, sólo sirven para vacuas declaraciones de intenciones.

Las Cumbres sobre el Cambio Climático, iniciadas en Kioto en 1997, sólo han servido para que los países más contaminantes, EE UU, Rusia y China, hayan hecho valer su derecho a ningunear al resto de los países.

La Organización de Naciones Unidas toma decisiones que son vetadas en el Consejo de Seguridad y que legitima a gobiernos para masacrar a su población indefensa.

La descafeinada Cumbre de países Iberoamericanos puede terminar con un «por qué no te callas».

Desde que se inicio la contagiosa Crisis Griega los mandatarios de la Unión Europea se han reunido en más de treinta ocasiones, sin escatimar gastos. Desde la primera reunión se nos aseguraba que se habían tomado decisiones para evitar la caída al vacío del estado del bienestar.

Todas esas si que son Cumbres NI NI, que ni toman decisiones y ni sirven para lo que fueron creadas. No solventan los problemas de la ciudadanía y consumen cantidades ingentes de recursos económicos.