opinión

'La cura' (el cuidado)

Una broma privada y peligrosa en la que al capitán Schettino se le fue esta vez la mano

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Hay una hermosa canción de Adriano Celentano titulada 'La cura', de la que hizo una no menos espléndida versión Franco Battiato. El que tenga curiosidad, aparte del recurso de YouTube, puede encontrarla en un álbum recopilatorio de grandes canciones de Battiato que lleva ese título, 'La cura'. O lo que es lo mismo, 'El cuidado'. La canción se abre con una conmovedora promesa: 'Ti proteggerò' ('Te protegeré'). Y en las estrofas sucesivas describe el afán de alguien que toma a su cargo velar por otro, y el celo y la responsabilidad que esa misión comporta. Los versos finales lo resumen de este modo: 'Te salvaré de toda melancolía/ porque eres un ser especial/ y cuidaré de ti'.

Viene al caso recordar esta canción, y lo que cuenta, no por casualidad en la lengua de Dante, para subrayar por contraste la frivolidad demostrada en fecha reciente por alguien que se expresa en ese mismo idioma, el capitán Francesco Schettino, que según las informaciones que han ido saliendo en estos días hundió de la forma más estúpida el crucero Costa Concordia, de la compañía italiana Costa Cruceros, con el triste resultado de varias vidas humanas perdidas. Entre ellas, la del anciano español (y discapacitado psíquico) Guillermo Gual, que como las del resto de los 3.000 pasajeros y los 1.000 miembros de la tripulación, se había encomendado a su cuidado. Guillermo, como todos y cada uno de los que iban en el barco, era un ser especial, por citar la canción, que merecía que velaran por él. Pero quiso su infortunio que cayera en manos de un irresponsable.

Hay una investigación en marcha, es de suponer que habrá un juicio y Schettino tiene derecho a la presunción de inocencia. Faltaría más. Pero hay una serie de hechos que apuntan en muy mala dirección. El escollo que se llevó por delante con el casco del barco, abriéndole esa raja de 70 metros que equivalía a su sentencia de muerte, estaba a solo 150 metros de la costa de la isla de Giglio. El maître del barco era natural de esa isla, y en ella tenía su residencia un capitán jubilado de la compañía, por lo que era al parecer costumbre acercar el barco a Giglio para hacer sonar las sirenas. Una broma privada y peligrosa, con 4.000 personas como participantes inconscientes e involuntarias, en la que a Schettino se le fue esta vez la mano.

La conducta del capitán, que luego no tuvo empacho en saltar del barco cuando todavía quedaban pasajeros en él, es un ejemplo del descuido con que muchas personas afrontan la vida: personas a las que la fatalidad puede un mal día encomendarnos. Destacaba el otro día el reciente Premio Nadal, Álvaro Pombo, que su obra era una reivindicación de la ética del cuidado, que a su juicio habíamos olvidado de forma alarmante. He aquí un buen ejemplo. Lamentablemente, no es el único.