Salvador Lucero deja tras de sí casi 50 años al servicio de la hostelería. :: MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

«Jubilarme es mi mayor alegría»

No ha llegado a cumplir las bodas de oro como lo hizo su hermano Nicolás con el bar Lucero pero está preparado para «empezar a vivir» Salvador Lucero traspasa su bar Bahía después de 47 años tras la barra

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Cuesta trabajo despedirse de toda una vida detrás del mostrador. Todavía hoy, un mes después de traspasar el bar Bahía en Canalejas, Salvador Lucero siente una sensación extraña. Predomina sobre todo la felicidad, «porque ahora por fin voy a empezar a vivir de verdad» pero tocar de nuevo la barra hace que le lluevan los recuerdos. Tras 47 años, casi medio siglo, dirigiendo el Bar Bahía, Salvador Lucero ha dicho adiós a una etapa de su vida que si bien le ha reportado muchas alegrías también le ha privado de pasar el tiempo que quería con la familia. «Decirle a mi mujer Rocío que iba a traspasar el bar fue darle una de las mayores alegrías que le he dado en esta vida». Pero cuesta trabajo despedirse. Sobretodo cuando la hostelería no sólo es un trabajo sino la profesión que une a una familia de 11 hermanos.

Vinieron poco a poco y de uno en uno en los años 40 dejando a su localidad natal de Medina Sidonia en busca de un futuro. «La primera en venir fue mi hermana Isabel quien junto a su marido Dionisio nos fue colocando», cuenta Salvador. «Entré a trabajar en El 9, en la plaza San Juan de Dios y luego pasé al Sardinero donde estuve hasta que, con mi hermano Nicolás, entramos a trabajar en Los Camarotes». A él, a Nicolás Lucero, fundador del legendario bar Lucero hace más de 50 años, le debe muchas cosas, «tanto en el terreno profesional como en el personal» porque siempre le animó en todos sus proyectos.

Tras realizar el servicio militar y pasar tres años en Río de Janeiro como mayordomo en la embajada española, Salvador regresó a Cádiz donde abrió el bar Bahía en 1965. Desde entonces, estuvo una media de 18 horas al día tras la barra. «El oficio de la hostelería es muy sacrificado porque mientras todo el mundo sale a divertirse y está de fiesta, a ti te toca trabajar». Salvador no tiene recuerdos de domingos al mediodía, ni de carnaval o festivos junto a la familia, «siempre estaba detrás del mostrador.

Cuando Salvador echa la vista atrás no se le viene ningún gran recuerdo a la mente, «en general me he llevado muchas alegrías como propietario del Bahía, también he tenido altibajos» pero lo que queda al final del camino profesional son los buenos momentos. No duda a la hora de hablar de su carta ni de sus platos como la berza, el menudo o la carne guisada que ha heredado el nuevo propietario.

Ahora, que le ha llegado el momento de la jubilación tan sólo quiere recuperar el tiempo con la familia. «Tengo ocho nietos maravillosos y quiero pasar todo el tiempo con ellos». También con sus cuatro hijos de los que se siente tremendamente orgullosos.

Pero Salvador, a sus 77 años, también alberga otro sueño, el de regresar a Río de Janeiro en Brasil donde vivió hace más de 50 años, «tan sólo para enseñarle a mi mujer dónde viví y ver cómo ha cambiado la ciudad», aunque seguramente ni pueda reconocerla después de tantos años. «No sé si llegaré a Brasil porque los años son los años» pero Salvador quiere viajar ahora que tiene tiempo libre. Lo hará de la mano de su inseparable mujer Rocío, «ya es hora de que nos dediquemos todo el tiempo el uno al otro».