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Uno menos uno son dos

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Los duelos sin pan y sin trabajo son más. ¿Qué le importa a mucha gente quién resulte ganador si lo único que tiene aseguradas son las pérdidas? La tabarra electoral no ha hecho más que empezar y aún nos quedan dos semanas de ofertas. Un empacho de discursos, sólo comparable al empacho de fútbol. Incluso a los que más nos divierten ambas cosas no nos distraen ni consuelan a todas horas. O elecciones o fútbol. Pan y circo fue el eslogan que funcionó durante mucho tiempo, pero ahora han envejecido algunos payasos y no pueden hacer cabriolas. En cuanto a los nuevos titiriteros, hay que reconocer que no tienen ni puñetera gracia, pero la fiesta debe continuar. El tinglado de la eterna farsa no cierra nunca.

La confrontación pierde interés si se entabla únicamente entre dos. Sólo nos preguntamos, ya que nuestra curiosidad es saciable, si ganará la Liga el Madrid o el Barcelona. Los demás, aunque jueguen, tienen ya jugada su suerte. Lo mismo ocurre con el PP y el PSOE. ¿Por qué no hay más equipos donde se puedan reclutar hinchas? Ya sabemos que si hay que buscar la felicidad en alguna parte (lo dijo Blas Pascal, punto redondo) hay que buscarla en la costumbre.

A una tercera opción no se le da cabida todavía. Claro que tampoco la tuvo Chaves Nogales, al que se lo quisieron cargar los dos bandos, que eran, como ahora, irreconciliables.

Persiste, por fortuna por otros métodos, la dualidad. Todo se debate entre Rajoy y Rubalcaba o entre Messi y Ronaldo, o más bien entre Guardiola y Mourinho. Hay que escoger y eso obliga a la monotonía, ya que lo que tienen en común los oradores políticos y los futbolistas es que hacen su mejor trabajo con los pies. Quizá cuando nos asalta a todos un vigoroso sentimiento de nostalgia es que echemos de menos cosas que nunca hemos tenido. No exactamente el pesar por cosas que se fueron, sino por las que jamás llegaron.