Apremios y castigos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Por una parte nos meten prisa y por otra nos meten miedo. Como no nos fiamos del euro, ya que no nos lo fía nadie, la moneda comunitaria ha sido declarada prófuga. ¿Dónde se esconden quienes la tienen? El dinero se oculta, pero no se evapora. Le pasa lo mismo que decía el legendario campeón mundial de boxeo Joe Louis, al que no le daban la cara sus adversarios por temer que se la partieran: «Del ring se puede huir pero no esconderse», dijo. En el cuadrilátero es posible la marcha atrás, pero no la fuga. Hay vencidos, pero no desertores.

En esta hora española de relojes tan blandos como los que pintó Dalí, conviven los apresuramientos con los propósitos de aconsejar calma. ¿En qué quedamos? Nos puede ocurrir como a aquellos obedientes espectadores cuando, al incendiarse el teatro, les aconsejaron que mantuviesen la más completa serenidad: murieron todos chamuscados. La desconfianza en Italia, que fue nuestra ventura, dificulta el plan de la Unión Europea para salvar el euro de su redondo naufragio. Quienes hemos albergado en nuestros escuetos bolsillos, en su acepción de secos y estrictos, diversas acuñaciones, consideramos al euro un intruso. Cuando me dicen el precio de algo en euros necesito un traductor para hacerme una idea del destrozo. Cosas de la edad, que va siendo mucha, y de los calendarios, por los que no pasan los años. Cuando se ha convivido con la perra gorda de manoseado cobre y con el llamado ‘cuproníquel’, que tenía un boquete en el centro para facilitarle la huida a lo que en las coplas se llamaba «el río de nuestros dineros», se acaba uno haciendo un lío. Solo comparable al de los líderes europeos, que no se ponen de acuerdo sobre las diferencias del fondo de rescate. La señora Merkel es nuestra Juana de Arco y para pasar por él, los apremiados y los castigados, tendremos que pasar por el aro, que además de un juguete infantil, es una argolla.