Vuelta de Hoja

Los dineros de los otros

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Sus señorías han sacado a la luz sus rentas y sus patrimonios, pero la verdad es que no son deslumbrantes. ¿Qué queríamos? ¿Qué fueran unos menesterosos los que se esfuerzan por sacarnos de la miseria? A los políticos españoles hay que reprocharles su ineptitud, pero no que puedan ganarse la vida con su trabajo. Salvo dos o tres casos, especialmente deslumbrantes, a pesar de sus pocas luces –el del señor Bono y otros afortunados inversores– los políticos españoles ganan lo justo. Quiero decir lo que merecen por afanarse en la dificultosa remuneración que seguimos llamando justicia social. En cada barrio hay gente que gana más dinero que ellos y, en vez de recibir críticas, recibe palmadas brutales en la espalda. ¿Cómo extrañarse de la renta del señor Rubalcaba, sin antes haberse alarmado por la de algunos de sus detractores? ¿Cómo sorprenderse porque el señor Fraga, al fin de su laboriosa vida, haya reunido un dinero que le permita a sus descendientes vivir en paz con Hacienda? Somos muy catetos, además de ser muy curiosos.

Parece que nos complacería que nuestros gobernantes nadaran en la miseria. Para sentirnos afines con ellos les exigiríamos que fueran todos unos desarrapados, desde el señor Rajoy, que tiene derecho a registrar incluso sus propiedades, hasta el señor Llamazares, que ha dicho que «ser de izquierdas no exige ir con mono». Quizá en estos momentos habría que exigirles a nuestros hombres públicos que declarasen los males que nos han traído, en vez de que divulgaran los bienes que han acumulado. Muy pocos, exceptuando a algunos ‘amateurs’ autonómicos, que no merecen el nombre de políticos, sino el de golfantes, se han enriquecido en proporción a los trabajos que han venido desarrollando. Misterios de la vocación, a los que ahora se juntan los de la inspección.

Somos tan envidiosos que deseamos incluso el mal ajeno. Queremos saber incluso cómo se han ganado la vida los que se la han ganado honradamente. De los otros ya lo sabemos todo y no hay la menor curiosidad.