opinión

A la caza de la pública

Resulta curioso que se esté dispuesto a quitar profesores y no a reducir cargos de confianza

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En vista de que la moneda común no es comunitaria, la señora Merkel ha asumido la responsabilidad de salvar a Europa de la ruina. Es la reina de las maltrechas finanzas de los países artificial y necesariamente unidos y debemos animarla, para que no cunda el desánimo. ¡Viva la reina!, gritemos todos sus súbditos bursátiles. Si la canciller alemana no salva al euro, estamos perdidos, y de perdidos al río, donde se están ahogando tantos que ya no cabe un náufrago más. De momento, antes incluso de cambiar el tratado de la ilusoria Unión Europea, tiene que echarle un salvavidas a Grecia. Desde Tales de Mileto para acá, siempre han tenido problemas económicos y, siglos después, la leyenda, que también forma parte de la Historia, nos cuenta que hasta Sócrates, antes de beberse un ‘dry Martini’ de cicuta, quiso pagarle a Esculapio su deuda. Le debía un gallo, al parecer, pero sigue cacareando y ha despertado a sus compatriotas.

Se nos ha olvidado pagar nuestras deudas, así como a nosotros no nos pagan nuestros deudores. Los contemporáneos somos muy informales, pero ahora urge salvar al euro si queremos salvarnos.

No se sabe de dónde saca fuerzas doña Angela Merkel. Quizá las saque de la debilidad de los insuficientes líderes europeos. Ninguno tiene peso específico, pero todos pesan lo necesario para hundirse y para arrastrar a quienes se agarraron a ellos.

Hay que emplear bien cada euro del dinero público por si esta joven moneda desaparece. Ahora o nunca, porque se le está viendo el culo a los fondos de rescate. No digamos nada de los fondos privados. Nos condenan a todos a practicar el ahorro, que es una de las virtudes más desagradables. Tenemos la obligación moral de fortalecer a los bancos. Hay que conseguir que estén bien de dinero para que puedan prestarnos algo interesadamente. Son las reglas del juego. Aunque la diversión no tenga ninguna gracia, no hay otra.