PINCHITO MORUNO

HA ESCOGIDO SÚPER

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La verdad es que no comprendo como ni la Universidad de Conetica ni la de Masachusé, expertas en estudios de grandes carajotás, aún no han hecho ningún informe de esos de 3.000 páginas sobre las voces de las máquinas de repostaje de las gasolineras.

Hace unos años las máquinas de repostaje de las gasolineras comenzaron a hablar. Nadie sabe a que colegio fueron, si de pago, concertado o público, pero lo cierto es que, al principio con voz de lata, pero cada vez más perfeccionadas te decían diligentes si habías acertado con la manguera a coger y luego cuando la soltabas te daban las gracias por haber logrado quedarte con un gran pestazo a gasoil en las manos. Nunca vaya a una gasolinera después de comer gambas.le quita todo el encanto.

No sé si fue porque me comí dos huevos con papas de categoría en la Venta El Toro de Santa Lucía o por un cafelito frente al mar que luego disfrute, pero lo cierto es que casi me enamoro perdidamente de la mujer que estaba dentro de la máquina de respotaje de la gasolinera que hay en la carretera cerca de Conil.

La forma en que me dijo ha escogido usted gasolina sin plomo me pareció tan atractiva como meter la cara en una sandia. No sé si alguno de ustedes ha tenido alguna vez ese sueño o incluso lo ha cumplido, meter la cara dentro de una sandia, partía por la mitad evidentemente. Es una de las cosas que tengo pendiente en la vida. A lo mejor, sin darme cuenta, estoy creando la sanditerapia.

Su forma de decirme que ha escogido usted gasolina sin plomo, aquella dulzura a la vez tan segura, me hizo responderle. Le pregunté al surtidor, muy sensual ¿Cómo te llamas?, pero no me respondió, ni movió el grifo si quiera, como señal de connivencia.mis amigos me han dicho siempre que he sido muy soso para ligar.

No pude dormir en toda la noche pensando en como sería la mujer que se escondía dentro del surtidor de la gasolinera de Conil. Pensé incluso en invitarla a comer huevos con papa, pero no sé que me hubieran dicho en la Venta si aparezco por allí a cenar abrazado a un surtidor de una gasolinera de Conil y luego me vieran, en una de esas cosas que hacemos los enamorados, mojándole a ella el pan en el huevo frito. Qué mala es la caló.